Liberté: La noche más larga del SEFF

Por Mara Miniver

 

Cuando Hichtcock promocionaba Psicosis llamaba al público a la discreción, consciente del impacto que ejercía el final de la película sobre el espectador. Sin él, quizás, no conoceríamos un término tan actual como spoiler, pero hoy en día también hay películas como la que nos ocupa, es decir, películas que no tratan de sobrecoger con su final, porque en Libertè lo importante no es el destino, sino el camino.

La película, una de las competidoras de la Sección Oficial del Festival de Cine Europeo de Sevilla, se presentaba ayer bajo un par de premisas claras: Una, que versaba sobre un grupo de libertinos expulsados de la corte de Luis XVI que quieren exportar sus prácticas a Alemania; Dos, que contenía sexo explícito. La cosa debió sonar bien puesto que la proyección tuvo lugar en una sala abarrotada que contó, además, con la presencia de su director, Albert Serra, un viejo conocido del festival (no hace mucho pudimos ver en él su trabajo anterior, La muerte de Luis XIV). Comentaba Serra, y con razón, que ya no estamos acostumbrados a visualizar este tipo de escenas en público. Los tiempos actuales son más de pornografía íntima, por eso las dos horas y pico del voyerismo al que somete Libertè se hacen especialmente extrañas. Y da igual lo depravado que pueda encontrar el espectador el asunto, porque con sus latigazos y sus lluvias doradas Libertè no es más que la contemplación del placer ajeno. Con un ritmo anacrónico para nosotros, pero la fidelidad histórica obliga, supongo.

Serra advirtió a los presentes en la sala de lo que les esperaba. Tampoco fue para tanto. Sí que hubo fugas, claro, pero en general el público se tomó la orgía en serio. La proyección transcurrió con normalidad. Cuando concluyó el pase, el autor volvió para responder las preguntas de los asistentes, aunque no hicieron falta muchas para que nos desgranara todo lo concerniente al rodaje. Se ve que al catalán le gusta la cháchara. Interesantes fueron sus comentarios sobre la selección de actores, varios castings por diversos medios que llevaron a una mezcolanza de profesionales, amateurs, amiguetes y demás. Interesante fue también saber que fueron más de 300 horas rodadas y que hubo un ingente trabajo de posproducción encargado de dar forma a esa noche libertina (pues sólo durante una noche transcurre el film), con unas formas lo suficientemente confusas como para dudar en la oscuridad (¿estoy viendo un trozo de brazo o un miembro?) y lo suficientemente claras como para que el espectador mantenga el interés en un factible hallazgo.

Entre las preguntas del público una evidente: ¿por qué junto a tanto maromo poco agraciado (hombres con sobrepeso, vellosos, con alguna deformación o edad avanzada) vemos a pocas pero muy atractivas féminas? Aquí Serra respondió con sorna: “Hombre, has llamado poco agraciados a mis actores, se lo voy a decir.” y salió así por la tangente sin responder lo evidente (no nos hagas luz de gas, Albert, que está feo). Pero las preguntas siguieron. Tuvieron que hacerle reiteradas señas al director para que soltara el micrófono. Cosas de la programación. Quién sabe si estamos ante el nuevo ganador del Giraldillo de Oro. Se me viene a la cabeza otro cruising galardonado, El desconocido del lago, de Alain Guiraudie. Pues es factible. A provocadores no nos gana nadie.