Canciones necesarias.
Por 15 octubre 2017
Hay que ser Robe para mover a las masas sin necesitar de un apoyo mediático (ni un cartel he visto por la ciudad), para entender que la palabra “lefa” y “amapola” pueden aparecer en la misma frase y sonar perfectamente armónicas, como sólo pueden sonar los versos del extremeño. Aun así una pequeña duda me inquietaba: quizás, pensaba, el concierto se hiciera largo y algo pesado por momentos, ya que las canciones invitan sobremanera a sentarse en la butaca de un teatro y retorcerse cómodamente en el asiento. Pero esta vez las estrellas y no las bóvedas de una Sevilla que sigue ardiendo, fueron testigos de que soy un idiota.
Soy un idiota porque llevo escuchando al Rey de Extremadura desde hace veinte años y todavía no ha quedado claro del todo que Roberto Iniesta, desde que decidió allá por primeros de si
glo que quería ofrecer buenos shows en directo, no falla cuando se sube al escenario. Más aun cuando viene rodeado de una banda que recita con naturalidad el “abc” de lo que debe ser un grupo de rock de envergadura: una factura técnica impecable,
una sensibilidad especial para montar preciosas canciones y un punto dinámico para conseguir que el público no se aburra nunca, aun teniendo en el repertorio canciones que a priori, pudieran empujar a la audiencia a acercarse a la barra a refrigerarse un poco.
Nada más lejos de la realidad, con un público entregado desde el principio, Robe y su grupo fueron desgranando los dos discos que llevan meses paseando por todo el país, comenzando con “El cielo cambió de forma”, dejando patente a las primeras de cambio que cada tema tendría su recoveco íntimo, su parte para mover la cabeza, para gritar e incluso para dar algún bote que otro. Porque Robe cambió la guitarra de Uoho por el hiperactivo violín de Carlitos Pérez, la contundencia a la batería de Cantera por la delicadeza y solidez de Alber Fuentes, acompañando además su clásico rasgueo de guitarra con el saxo, el bajo y el clarinete de David Lerman, de los teclados de Álvaro Rodríguez y de la voz prodigiosa de Loren González. Una banda sin fisuras, un reloj que no cayó en la trampa de la frialdad, y eso hay agradecérselo principalmente al corazón de Robe, que visto lo visto sigue caliente y latiendo, quizás de otra manera pero continúa tocando la fibra sensible de un público que encontraba la épica en canciones como “Guerrero”, “Por ser un pervertido” o la superlativa “Nana cruel”, para llegar a la clásica parada con ganas de refrescar el gaznate, airearse un poco y esperar relajadamente que la noche encontrara un camino por donde seguir emocionando al personal.
Y así, cantando “desde que tú no me quieres yo todo los días me muero”, una frase que en boca de Álex Ubago darían ganas de vomitar pero que en la de Robe te hace pegarle codazos al vecino, volvieron los extremeños para empalmar con “Cartas desde Gaia”. A partir de aquí comienzan a caer los “no hits” del señor Iniesta, destacando “Contra todos”, “Y rozar contigo” o una muy celebrada “Si te vas”, tema de Extremoduro que encajaba perfectamente en el setlist de la noche.
En definitiva, y a pesar de que en el cómputo global los dos discos de Robe puedan parecer algo lentos y pesimistas (sobre todo el segundo), anoche seis músicos extremeños dejaron el corazón del que os escribe más reblandecido que de costumbre, logrando además que lo que aleteara en mi cabeza no fueran más que canciones, canciones necesarias, canciones que le hacen preguntarse a uno que quizás merezca la pena renunciar al mundo tal y como está la cosa, siempre y cuando se encuentren refugios vírgenes como el de ayer desde donde contemplar el apocalipsis.
Texto: Salvador Núñez | Fotografías: Ángel Bernabéu