Entrevista a Kiti Mánver por «Las heridas del viento».
Por 8 enero 2015
Kiti Mánver es una de nuestras actrices más reconocidas. Crítica y público han alabado siempre su maestría en escena y dan fe de sus maravillosas interpretaciones su larga carrera y sus muchos reconocimientos. Hemos podido verla en teatro, cine y televisión y estos días (8 y 9 de enero) está representando en el Teatro Lope de Vega de Sevilla la obra «Las heridas del viento» de Juan Carlos Rubio, compartiendo escenario con Dani Muriel. Hemos tenido el inmenso placer de charlar con ella sobre esta función.
Pregunta: No es la primera vez que trabajas con Juan Carlos Rubio, ¿esta vez es diferente de la primera o como ya hay un recorrido se trabaja de una manera distinta?
Kiti Mánver: Es la quinta vez que trabajamos juntos. Se ha dado un conocimiento de dos personas en la que juegan muchos factores. Todos a favor, todos buenos. Mucho amor por el teatro, lo primero. Juan Carlos es incansable, yo lo sigo siendo pero él es más incansable todavía. Luego, jamás se enfada. Tiene una educación tan exquisita y eso es algo que me llena de gozo y me pone en la mejor situación para trabajar porque hay directores que son más nerviosos… pero Juan Carlos siempre tiene una forma de trabajar muy elegante. Además todo eso, junto a los textos suyos que me gustan mucho, y descubrir que es un autor que sabe enganchar con el corazón del público y lo encandila.
Todo ello sumado a que rompe los moldes de autor-director y hace con sus textos maravillas. Son factores comunes para que todo sea fácil, con lo cual me hace confiar plenamente y esa situación siempre es buena porque hemos hecho cosas muy diferentes: comedia, comedia musical, tragedia y esto que va tan a la esencia del teatro… Siempre es algo nuevo con lo cual es una situación que para mí siempre es buena, que es partir de la nada.
P.: ¿El hecho de trabajar con un director que además es el autor del texto difiere mucho de una persona que dirige un texto que no es propio?
K.M.: Cada director tiene su forma de hacer. En el caso de Juan Carlos, él me ha dirigido en textos suyos y en textos de otros autores y es un hombre tan de teatro, es puro teatro, que tiene la cualidad de ser un gran director y que incluso dice en broma “luego hablaré con el autor”… quiere decir que va a modificar el texto porque el trabajo lo lleva a un punto en el que se autocritica hacia lo que cree que es necesario porque quiere los espectáculos de tal manera y eso le funciona muy bien. Luego hay otros autores que están más apegados, se centran en insistir mucho en el texto y no son capaces de ver que sobra algo de un lado… él no, Juan Carlos es muy flexible al respecto.
P.: Una cosa muy interesante es que habéis trabajado en los ensayos bajo lo que denominamos work in progress, ensayos abiertos al público. ¿Cómo ha sido la experiencia de tener al público desde el primer momento?
K.M.: Te da vértigo, es un riesgo. Estás muy vendido, no tienes prácticamente nada y estás empezando a armar el edificio del texto. Tiene una ventaja y es que si en un momento dado enganchas con unos ojos y esa persona está abierta te lo devuelve. A veces hay emoción también en sus ojos y eso es un ir y venir de emoción que ayuda a sacar un punto álgido en un momento del texto. Tiene su dificultad, da un poco de pánico pero la mirada ajena siempre es buena.
Yo me he encontrado ojos que se retiraban, me he encontrado suspiros, me he encontrado lágrimas, una tos nerviosa que les provoca la cercanía de las emociones… porque nos desnudan a todos. Te toca porque tienes cerca la vida misma y aunque todo el mundo sabe que es una ficción que se está creando ahí –aceptada desde un principio tanto por el actor como por el público-, tiene esa fuerza tan grande que de pronto nos abre en canal y pone de manifiesto sensación y cosas que tú tenías ahí olvidadas. Eso es hermoso.
P.: El público en esta obra es otro personaje y en las diversas maneras de romper la cuarta pared y apelar a él mostráis todos los entresijos del arte teatral porque tu transformación en Juan se da en la propia escena e incluso en el diálogo hacéis partícipe a quien os está viendo. El público sabe que sois conscientes de vuestra existencia en la ficción.
K.M.: Sí, es una de las cosas que más me deja con la boca abierta. Tiene ese punto… que aún sabiendo todo, que están diciendo que esto y lo otro era un truco, cómo entre todos conseguimos creernos y vivir esa historia de esa manera tan emotiva y bonita. Estás ahí para que te convenzan y saquen de ti esas cosas. Nosotros actuamos para desentrañar verdades.
P.: Son seres humanos hablando a otros seres humanos de lo que le ocurre al ser humano…
K.M.: Por eso a pesar de las crisis y los tremendos momentos, el teatro siempre seguirá porque es una cosa inventada por el ser humano para conocerse y explicarse, para aprender, indagar…
P.: Antes hemos mencionado que tu transformación en tu personaje Juan ocurre en el escenario frente al público, ¿cómo ha sido el camino hasta llegar a él?
K.M.: Imagínate, pues eso sí que da vértigo. Partes de la base de que entras como mujer y claro… hacer el cambio delante de ellos… Lo que pasa es que hasta eso está hecho desde una emoción, con cosas que hemos trabajado que no están propiamente en el texto. Entonces esa sencillez, esa desnudez de ese cambio es tan claro y a la vista de todo el mundo que es una de las cosas que de alguna manera encandila a la gente y, al rato, ya se han olvidado de que soy una mujer.
Pero, por ejemplo, a veces tenemos charlas y coloquios después de las funciones y mucha gente piensa que este papel estaba escrito para una actriz porque además, Juan Carlos que es un mago, hace que cuando está leyendo las cartas el personaje piense que está escrito por una mujer hasta que ve la firma. La cabeza de David (el otro personaje) es la cabeza de la gente, de ‘a ver qué ha pasado entre su padre y Juan’. Son textos que tienen tanta magia y tantas posibilidades…
P.: En la obra se habla de un amor homosexual pero llega un momento en que aquello se olvida y pasa al primer plano el ser humano.
K.M.: Totalmente. Me parece hermoso porque Juan Carlos es un autor tiene algo gran y universal y hace que el público ya no se fije en la condición sexual o si son arquitectos… ve lo que les está pasando, ve los sentimientos. Lo importante es lo que le pasa al ser humano, lo que siente, lo que es capaz de sentir y lo que no ha sido capaz de demostrar. Recoge todos las posibilidades que tiene el ser humano para expresarse en su vida o para no expresarse.
P.: Además tu personaje tiene una forma muy profunda y “ornamental” de expresarse con todas sus ironías, pero ¿detrás de todo ello podemos intuir una fragilidad y un “nada es lo que parece”?
K.M.: Sí, se escucha a sí mismo pero además es un manipulador, le va dando la información a David poco a poco, las frases no las termina y hasta el final no se sabe todo. Es un ser con mucha amargura pero al mismo tiempo con una gran ironía.
P.: Para finalizar me gustaría recoger en pocas palabras qué tiene el teatro, aunque has hecho cine y televisión.
K.M.: Pues tiene todo eso que hemos dicho. Tiene el directo, sin duda. Tiene el rito, es un ritual en el que el ser humano se refleja. Es un ritual de sensaciones que van y vienen del público al escenario y eso es impagable. Y por otra parte, aunque no reniego de los otros medios, el teatro te pone en un sitio más real y al máximo de tus capacidades. Estás ahí, enfrentándote a un público. Es una gran responsabilidad pero no la cambio por nada.