‘Patente de Corso’. Esta tragicomedia que es España

Por Elena Viña Quintero

La nueva temporada teatral del Lope de Vega comenzó el pasado jueves con el estreno nacional de Patente de corso, una obra basada en los textos periodísticos de Arturo Pérez-Reverte y que cuenta con las interpretaciones de Alberto López y Alfonso Sánchez –nombres que os sonarán de Ocho apellidos vascos y El mundo es nuestro-. Esta es la particularidad textual de la obra, que es una adaptación de los artículos para crear una obra de teatro.

Esta función ha tenido una gran acogida por parte del público, pues desde semanas antes de su estreno ya habían agotado todas las localidades para los cuatro días que han estado en cartel. Pero el público claramente pudo apreciar que no nos encontramos a Los Compadres en el escenario, sino a Luciano (Alfonso Sánchez) y Mariano (Alberto López). Estos dos personajes, muy diferentes en el inicio pero en los que después se altera el status quo, nos ponen sobre el escenario con un humor ácido todos los problemas que arrastra nuestra sociedad y los tipos que pululan por nuestras calles. De hecho, el subtítulo de la obra es bastante ilustrativo: Tratado ibérico del hijoputismo.

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Fotografía de Millán Herce.

Luciano es un hijoputa «con clase» que lleva sobre sus espaldas un extenso y variopinto curriculum: cabo segundo de Infantería, limpiabotas, trilero, contrabandista e incluso cantaor. Mariano, por su parte, es un pobre hombre que harto de su mediocre vida y de los fracasos continuados quiere seguir los pasos de Luciano.

Se hace un recorrido por las distintas clases de hijoputas e hijos de puta y las atrocidades que cometen y, sin perder de vista la carcajada, provocan en nosotros una profunda reflexión sobre lo que nos ha caído encima. Así, en un grito elevado, se cagan en la pasividad, en el gobierno, en los canallas y hasta en el peaje de Cádiz.

Fotografía de Carlos Hernández.
Fotografía de Carlos Hernández.

A lo largo de la función, vemos como se combinan los diálogos de los personajes con diversos monólogos –demasiados largos para mi gusto- de denuncia social, acompañados algunos de una música rock y otros de música con reminiscencia circense que provocaron en mí una reflexión: España se ha convertido en un circo y nosotros somos las marionetas de los gobernantes, somos esos payasos de los que se ríen los poderosos. Pero es importante destacar que nosotros no hemos querido entrar en ese circo. España es esa gran tragicomedia en la que ríen ellos y lloramos nosotros. En algún momento habrá que invertir el orden.