Lara Moreno: «El estilo como prioridad»
Por 29 abril 2014
[+] Texto de Daniel López García
[+] Fotografías de Iram Martínez
Por si se va la luz (Lumen, 2013) fue elegido por los críticos de Revista ¡WEGO! lectura del año 2013 junto a Leche de Marina Perezagua. Aprovechando la visita a Sevilla de su autora, Lara Moreno, para la lectura del poemario Después de la apnea (Ediciones cuatro de agosto, 2013) en la Casa de los Poetas, me cito ella para conversar sobre su novela. Pero entrevista no es la palabra que se ajusta a esta experiencia, hablaría más bien de celebración: la que tiene lugar desde el fervor literario cuando ocurre el prodigio de sentar en la mesa al autor, al lector y al libro, en un diálogo que se cruza a tres bandas, donde el entrevistado llega a ser entrevistador, y el libro se bifurca en texto y lectura, y modera al mismo tiempo que cuestiona. A partir de aquí, esta particular celebración literaria.
Daniel López García: De alguna forma, la narrativa actual española ha venido describiendo los cambios del contexto actual, expresando sus inquietudes y angustias a través de sus personajes. Ejemplos de ello son las últimas novelas de Pablo Gutiérrez, Isaac Rosa o Elvira Navarro ¿Cuánto de esto hay en Por si se va la luz?
Lara Moreno: Esto siempre es un poco confuso de contestar porque, al menos yo como escritora, cuando comienzo un libro no tengo una intención de relacionarme con una literatura concreta o con unos autores determinados, en este caso de tu generación. Las relaciones que suelo mantener tienen que ver más con lecturas que vienen de otro tiempo y con otras inquietudes personales. De los escritores que me hablas, Pablo Gutiérrez es un escritor con el que literariamente he compartido mucho y sí que es cierto que él ha tenido un cariz político más acentuado, más social, desde su primera obra, Rosas, restos de alas. En ella ya estaba presente una crítica fuerte a la sociedad, aunque de una forma mucho más discreta que con Democracia. Pero en Pablo, más allá de esta intención, siempre ha predominado mucho la forma y el estilo, y en ese sentido, sí creo que conecto con su narrativa, con el estilo como prioridad a la hora de escribir.
Aún así, desde el punto de vista del contenido, quizá sin compartir el eje temático de las últimas obras que te cito, sí encuentro algunos puntos temáticos comunes.
Precisamente, ahora que me citas a Isaac Rosa, recuerdo que cuando estuve haciendo la promoción del libro, las primeras preguntas que me hacían siempre eran en relación a la intención política que tenía con el libro. Yo no tengo ninguna intención política ni con este libro, ni con la literatura, y a pesar de ser esta la respuesta que siempre daba, me insistían una y otra vez en la misma cuestión. Coincidiendo con la presentación que hice de Por si se va la luz aquí en Sevilla, en el camino leí una entrevista suya en la que hablaba de La habitación oscura, que es un libro muy generacional. Me di cuenta que en el fondo, en mi libro también había retratado a una parte de mi generación. Desde luego, sí que es cierto que había escrito en base a un malestar, una desazón o una incomodidad que es la que sienten los personajes en la novela. Unos personajes que ha perdido un universo, el de su propia vida, y se dirigen a un futuro en el que no tienen a lo que agarrarse. En este punto, sí me puedo sentir identificada tanto con Pablo como con Isaac, porque creo que tanto estos personajes como los de ellos no han sido capaces de construir algo sólido en sus contextos, ya que independientemente del mayor o menor esfuerzo, en su empeño han fracasado, y prevalece cierta orfandad. Y con Elvira tengo también muchísimas cosas en común. Literariamente somos la noche y el día, pero sin embargo en La trabajadora retrata algo que está muy presente en nuestro día a día, y en ese sentido, es casi imposible no compartir algunas de las angustias o de los impulsos que recorren nuestras novelas.
De todas formas, si es cierto que había visto algunos aspectos relacionados con otros escritores actuales, considero que Por si se va la luz se distancia de todos ellos por su fuerte componente alegórico
Creo que has utilizado la palabra exacta. Yo construí esta novela como un símbolo, con un fuerte sentido alegórico. No quise meterme en el berenjenal de describir el sistema del que parten los personajes y que presuntamente se está desmoronando, entre otras cosas porque no es lo que me interesaba contar, me quería mover en otra materia narrativa. El pueblo en el que suceden los hechos, que concebí como una isla, de hecho el libro originariamente se iba a llamar Oстров [Ostrob] (isla en ruso) viene a ser el lugar de vuelta, planteado como posibilidad, al que quizá podamos volver. En ese sentido, todo lo que articulo alrededor es como un símbolo: la naturaleza, la luz, la muerte, los animales, las relaciones entre ellos. Por ejemplo, desde la máquina de escribir que aparece al principio hasta el faro del personaje de Damián, son elementos con capacidad simbólica que iba disponiendo en la novela con el objetivo de alcanzar una fuerza alegórica, y me apoyaba en ellos porque me daban mayor libertad narrativa.
En el libro parece existir una inquietud por el arte y un cuestionamiento del mismo. “Se acabo la estética” o “Arte ya no es arte, sino entretenimiento ¿O siempre fue entretenimiento? ¿Qué podía ser sino esto?” ¿Qué ideas sobre el arte y la literatura son las que subyacen en el libro?
Pues creo que en realidad subyacen ideas bastante ambiguas o planteamientos que pueden llegar a entenderse como contradictorios. No tengo un concepto del arte como algo vano o inválido para la construcción de una sociedad. Más bien, me parece todo lo contrario, algo muy importante. Pero sí que es cierto que estos personajes en la medida en la que arrasan con todo, yendo a lo básico, acaban por cuestionase qué es lo de verdad necesitamos. El personaje de Nadia, que es una artista plástica, tiene que romper con todo su mundo. De hecho, ella parte de un contexto que se está viniendo abajo, donde su experiencia profesional e inquietudes no encuentran lugar; y por otro lado, ese modo de vida desde luego no va a acomodarlo en el lugar al que se dirigen. En este sentido, podríamos establecer, a partir de este personaje, una crítica al sentido en sí del arte en las sociedades: cuando un sistema social se va al traste, el arte es lo primero que cae; y en un sistema de organización incipiente o más primitivo, el arte necesita ser definido por nuevos parámetros.
De hecho, las citas extraídas provienen de la voz narrativa de Nadia, siendo este personaje el que concentra ese debate del sentido del arte
Nadia se plantea el arte desde su cuestionamiento. Cree que lo que ha estado haciendo no sirve para nada, y en el otro lugar al que se dirige lo puede practicar sin una condición casi esencial tal y como concebimos aquí y ahora la práctica artística: el público. Y aquí es donde tiene lugar otra vuelta de tuerca, comienza a vislumbrarse otro valor del arte, que apunta hacia algo más absoluto o más puro, y se dirige hacia un diálogo más intimo, el del artista consigo mismo. De alguna forma, podríamos decir que se purifica. A parte de todo esto, introduzco un elemento que me comentaban cuando nos encontrábamos en el proceso de edición de la novela: en un sitio así, de qué sirven los libros. Y precisamente, en esta novela, aparecen los libros y tienen una función importante.
Tan importante que canaliza la relación de algunos personajes
Efectivamente. Porque en un lugar donde no hay casi nada, donde incluso en algún momento dejara de haber luz, ¿qué sentido podría tener el que hubiera libros?. Tiene que ver con un vicio muy íntimo. Los libros que aparecen eran los libros que yo estaba leyendo mientras escribía la novela y quería jugar con eso. En ese sentido, me ofrecían el suficiente juego para defender que estuvieran ahí dentro. E independientemente, del valor utilitario de cara a la construcción de ese grupo social al que se dirigen, en el caso de que hubiera que salir huyendo sin posibilidad de volver, sin duda entre las cosas que fueran conmigo irían libros. En este sentido, subyace la idea de que la cultura o el arte permite que todo pueda volver a surgir de nuevo.
De hecho, el arte en Nadia parece que la ha dotado de una capacidad hermeneútica que le permite interpretar relaciones y hechos del pasado que desconoce a partir de episodios concretos
Claro, ella funciona un poco en ese lenguaje. Para ella las cosas tienen sentido a partir de una interpretación que realiza sobre un hecho. Y en realidad, el arte no deja de ser una construcción y una interpretación de sentidos. No había pensado en ello de esta forma, pero está claro que de alguna forma en ella se manifiesta cierto carácter práctico que le sirve en su experiencia.
El encuentro de Nadia con el entorno rural esboza como es su vida en la ciudad. ¿Te sirve este personaje para cuestionar a una determinada generación de eminente carácter urbano?
No para cuestionarla, para cuestionarla en absoluto, porque en realidad Nadia en relación al personaje de Martín, que si le achaca a la ciudad una serie de males, es muy natural. En ella esa necesidad de la apariencia de las cosas se muestra quizá más intensa, como si se tratara de eslabones en una cadena que conecta lo necesario con lo que no lo es, planteando su vinculación. Nadia se mueve en un entorno artístico, proviene de él, y es una persona social que necesita al otro para desarrollar las diferentes facetas de sí misma, desde lo personal a lo profesional. No la juzgo, no cuestiono a un grupo determinado de gente que vive en una sociedad por eso. En el caso de Nadia hay una desgana de lo cotidiano y el juego empieza fuera, me parece una consecuencia natural de cómo funcionan ahora las cosas en la sociedad.
Es una novela coral, se intercalan las voces de diferentes narradores, algunas de ellas coinciden con las de algunos personajes. En algunos momentos intuí incluso ecos de Virginia Woolf.
Bueno, me gustaría matizar que hay como doscientos abismos entre ella y yo (risas)… Justo antes de comenzar a escribir la novela, me había leído, uno detrás de otro Las olas de Virginia Woolf y Mientras agonizo de Faulkner. De ahí saque las ganas o el reto de querer escribir una novela coral, fue algo que supe desde el principio. Antes de saber qué es lo que realmente quería escribir, supe de la estructura y ese juego de narradores. Lo que pasa es que el narrador coral de Virginia Woolf, al menos en Las olas, es una locura absoluta. Yo tuve que parar la lectura, leerme un ensayo sobre ella y luego seguir, para enterarme de verdad. Y ese libro sí que es arrolladoramente poético y muy elevado para mi gusto. De hecho, lo comento mucho en los talleres que doy. Normalmente, lo que tenemos por el canon que nos transmiten en el instituto o en la universidad se centra en el Ulises de Joyce, y dos años después, y casi de forma consecutiva, aparecen Las olas, El ruido y la furia de Faulkner. Quiero decir que, al mismo tiempo, había tres fenómenos haciendo lo mismo en sitios diferentes, y eso es sorprendente y fabuloso, y lo ha sido para la literatura. En ese sentido, sí hay algo de eso, sobre todo en la propuesta, más cercano quizá en el caso de Faulkner, que incluso titula cada capítulo con el nombre de los personajes. Independientemente, sí es cierto que me siento afín a ellos.
En muchas de las reseñas que han aparecido de la novela se destaca como característica su lenguaje poético
¿Y tú qué piensas?
(No hay risas) Como te decía al principio, veo elementos comunes con la actual narrativa española. Sobre todo el deseo de casar cierta visión de la realidad con tono realista con el cuidado por los recursos estilísticos. Te hablaba antes de Pablo Gutiérrez porque creo que es un excelente narrador, que lo demuestra sobre todo en el uso de esos recursos: la manera en que va solapando diferentes planos de la realidad a partir de diferentes voces narrativas y cómo, a partir de ello, consigue una visión de la realidad tan profunda como compleja. De todas formas, sobre todo en su último libro, llegados a un punto el contenido llegó a importarme muy poco, produciéndose un desequilibrio. En otros caso, el carácter social o político se llega a evidenciar tanto que rompe la armonía con la forma. En tu caso, más que un lenguaje poético, asociándolo a lirismo o musicalidad, encuentro que hay un uso muy cuidado y elaborado que tiende a un alto grado de depuración. Por tanto, lo entiendo como poético en tanto en cuanto es literario, hay elaboración, y no asociado a la poesía como género. De las cosas que más me sorprendieron y gustaron durante su lectura fue la perfecta comunión entre forma y contenido, cómo desde las primeras líneas de cada capítulo conseguía sumergirme en la psique del personaje, identificándolo y construyendo al mismo tiempo su visión y el mundo que habita, que contrapuestas con las otras me ofrecían el marco general de los hechos narrados.
El trabajo de revisión del libro fue muy arduo, en este sentido el trabajo fue muy intenso. Yo escribo de forma torrencial, pero el trabajo de pulido después suele ser duro. Venía de escribir relatos con una voz narrativa muy poética, donde la forma predominaba muchísimo más que la historia y donde el juego de la palabra era donde yo me perdía, y al final llegaba a un grado de abstracción, no filosófica, sino puramente estética. El reto grande al escribir una novela era escribir de una forma que, sin alejarme de mi estilo, contara una historia, y quería contar una historia que de alguna forma fuera clara, donde los personajes estuvieran claros y en la que el lector pudiera sentirlos. Así que me contuve mucho. Es curioso, porque depende de quien lo lea te dice una cosa u otra. Muchos han manifestado que es muy poético y a mí no me lo parece, evidentemente hay un uso poético del lenguaje pero en el sentido de lenguaje elaborado que tiene como fin la recreación de un universo determinado. Por ejemplo, una pregunta que me hacían mucho era: cómo has metido la poesía en la novela, y yo no he metido poesía en ninguna parte, me defino como narradora y no tuve intención de utilizar la poesía para modificar la estructura. Lo que pasa es que sí hay un juego formal que busca la recreación de las cosas que a mí me parecen bellas o sórdidas, y que a partir de eso planteo una mirada determinada. En ese sentido, como ya he dicho sí hubo un trabajo a posteriori duro, de pulir mucho, donde la abstracción lingüística estuviera en la junta medida. Busqué frases muy sencillas, cortas, hay capítulos donde solo hay comas porque el argumento así me lo pedía, en discusiones entre Martín y Nadia que reflejaban esos momentos álgidos, y que me salían de forma natural porque el ritmo narrativo requería utilizar el lenguaje de otra forma
Sí, es cierto. Es como si fueras asentando los hechos a través del uso del lenguaje en cada capítulo
Efectivamente. Una de las cosas que quise dese el principio, porque decidí no ponerle nombres a los capítulos, es que la gente no se perdiera. Es decir, quería que el lector se enfrentará a cada capítulo sin que supiera quién estaba hablando pero que, como tú bien dices, supiera reconocerlo. Y eso fue difícil y era muy importante hacerlo bien, porque la novela esta construida en torno a mi estilo que es el que comparten los personajes, pero esos personajes a la vez tienen formas de pensar y sentir distintas, distintas inquietudes… pero el estilo es general. No he jugado a hacer un calco de distintas voces según las características de cada personaje.
Más la voz del narrador omnisiciente
Sí, la tercera persona que hay que es la de un narrador omnisciente sobre todo cuando están todos los personajes presentes. Ese narrador lo comencé a utilizar, sobre todo, para darme un respiro a mí misma, para darle un respiro al lector porque entendía que ese juego de diferentes primeras personas pudiera llegar a ser confuso, y por último, porque necesitaba a alguien que contara las cosas desde un punto de vista más frío cuando varios personajes están juntos. Además, había algunos personajes sin voz propia. Por ejemplo, Elena no tenía voz, y me salió de forma natural que no la tuviera, de hecho es un personaje que no habla. Habla solo al final, cuatro palabras con el personaje de Enrique. Pero en ese caso no es técnicamente un narrador omnisiciente, sino un narrador en tercera persona subjetivo que es como si fuera una primera. Los narradores que hablan de Ivana, de la niña o de Elena son terceras personas pero están plenamente dentro de sus cabezas. Podría parecer que tienen voz también pero en realidad, no.
A nivel intertextual creo que tu novela guarda cierta relación con otras en la manera en la que los personajes se relacionan con el tiempo y el espacio. Una forma característica presente, por ejemplo, en “Cien años de soledad” de García Márquez, o “El tren cero” del ruso Yuri Buida.
Vaya. Esto sí que me parece complicado de contestar. ¿Podrías matizar algo más tu pregunta?
Por supuesto. Lo veo reflejado sobre todo en el personaje de Elena: un personaje que apenas habla, sus únicas palabras son exhortaciones “¡Salid, Salid…!”, casi animalizado, retraída en sus nostalgias y abandonada a sus soledad, como si fuera la única forma de sobrellevar su existencia. De hecho, su vida, tal y como la cuenta Enrique, parece un relato mítico.
Exacto. Lo que cuenta Enrique, para mí es la única referencia que hay aquí de todo el boom latinoamericano que yo me comí en los años de universidad. Ahí, sí que puedo ver un poco un homenaje a ese tipo de historias. Totalmente. Esa historia de ella, ese juego de leyenda. Y en realidad, es normal que se den en ella esas confluencias porque es el personaje más literario que hay, es un personaje animal, como tú decías, y está construido de una forma muy radical y sus influencias son también radicales, y al final queda como caricaturizado. Para mí también es la más simbólica. De hecho, una de las cosas que expongo aquí es que en esa orfandad en la que se encuentran los personajes, de no saber qué hacer con la tierra, manejarse frente a la adversidad de la nada o recrear algo nuevo desde ella, Elena es la que siempre ha permanecido y posee toda esa sabiduría, simboliza todo ese conocimiento tan valioso. Aunque de alguna forma, también está basado en un personaje real, hecho literatura, aunque tiene una raigambre real.
Nos quedamos sin tiempo, apremia el siguiente compromiso literario. Próximamente, seguiremos celebrando.