El porno es un estado de ánimo
Por 19 marzo 2014
Porn & Pains (Esto no es Berlín, 2013) lo tiene todo para ser un libro de culto. Elisa Victoria (Sevilla, 1985) ha construido una suerte de libro de relatos o cancionero pop con exquisito sentido literario. No es un libro sobre el cine para adultos, el porno simplemente subyace como escenario bukowskiano y aporta coherencia a la colección de textos. Además le sirve a la autora para jugar fuerte a ser enfant terrible. Sirva como ejemplo este extracto de su reseña biográfica: “Ha estudiado en los peores colegios de barrios desoladores, rodeada de virulentas influencias y expuesta a la extrema hostilidad de la más baja horma con chándal de marca”.
Nos gusta que los autores jóvenes apuesten por el malditismo (aunque superada una edad la broma deja de tener gracia y la pose empieza a cansar).
El álbum de cromos del pornógrafo
No tiene Elisa Victoria el afán descriptivo y ni la visión alienante del sexo que se asocia por ejemplo a Michel Houellebecq, pero sí aporta una mirada ulcerante, a veces controvertida, sobre las relaciones de poder en el foco de los afectos. La autora demuestra una selecta erudición pornográfica, por lo que el libro demanda dos lecturas: una que se ha de realizar con conexión a internet para comprobar la exactitud, vigencia y tamaño de lo narrado. No en vano, podríamos considerar Porn & Pains el equivalente pornográfico a 31 canciones, de Nick Hornby (Anagrama, 2004).
Cada uno de los textos/relatos está dedicado a una actriz del género y se glosa con las especialidades de la casa: dp, pov, ass, bdsm, fetish… A veces las actrices están implícitas en lo que se cuenta, o sólo se asoman por un resquicio del relato. En otras ocasiones (las menos) la autora ejerce de crítica/biógrafa sui géneris de la artista –de la misma forma que Bret Easton Ellis reseñaba en American Psycho a bandas como Genesis o Huey Lewis & The News- y emite juicios o razonamientos tan certeros como la decadencia prematura de la belleza tan indiscutible y voraz de Rebeca Linares. Es un tema presente tanto en el porno como en todas las páginas de este libro: la sublimación de la belleza, que alcanza su punto álgido por mecanismos que quedan fuera de nuestra comprensión, o la pérdida irremediable de la misma en cuestión de unos instantes o de unas palabras. (¿Por qué se ha metido esta chica tan mona en esto?) No hablaremos de inocencia, puesto que la autora intenta hacernos mirar hacia otro lado, pero al margen del trasfondo del porno, cualquier lector hallará mucho material literario con lo que sentirse identificado en Porn & Pains.
La mujer que amaba a las mujeres

La otra lectura (la que recomendamos) es la estrictamente literaria. No necesitan estos textos un vehículo -tan válido, por otra parte-, como las referencias pornográficas para justificarse. La narradora de los relatos -no sabemos si es siempre la misma, aunque podemos suponerlo sin dificultad por su amor incondicional hacia Belladonna-, se confiesa en primera persona como una joven llena de contradicciones y certidumbres a medias y sentido moral en construcción. Un personaje con un gigantesco tejido literario que en ocasiones nos lleva a sus confines psicológicos, a veces en la última frase, en lo que todo lo anterior adquiere otro sentido. Sin condescender a las chicas salvajes reducidas por la industria del cine para adultos, hay en estas páginas amores con naturaleza de nudo corredizo y fantasías de cromatismo adolescentes que buscan un reflejo efímero en los vídeos X con los que la narradora se consuela. Una mujer hablando de otras mujeres, esto es, a las que ama o destruye o ambas cosas.
Algunas son verdaderas piezas maestras; como el canibalismo abstracto del relato que apadrina la absorbente Annette Schwartz. Como si se tratara de un vídeo gonzo, no sobra una palabra en los textos de Elisa Victoria. No hay redundancia ni referencias forzadas. Se sacrifica toda la presunción del lirismo por lo crudo de los hechos y los pensamientos oscuros, a veces impenetrables. Los relatos tienen a veces comienzos sin resolver:
«Leo mi nombre en sus labios y quisiera haberles mentido a todas desde el principio». (p.42).
Y otras, finales muy prometedores:
«Muy poco después nos enteramos de lo infeliz que era. Pobre, desganada y con el culo fino. Nos rendimos definitivamente a sus pies. Bueno, yo». (p.116)
Elisa Victoria se puede permitir incluso jugar con elegancia a ser una Raymond Chandler con párrafos llenos de violencia contenida.
«En la discreción del extrarradio pasan las peores cosas y yo había ido a parar casualmente a este bar de cemento y mala muerte». (p.147)
La esmerada edición de la editorial Esto no es Berlín y las ilustraciones sugerentes y delicadas de Elena López Macías hacen aún más recomendable este volumen. Enorme descubrimiento el de esta autora nacida en Sevilla de cuya prosa cabe esperar mucho. Recomendación: No descarten este libro como regalo para el Día del Padre.