Muere el hombre que sí conoció a Michi Panero
Por 7 marzo 2014
Ayer nos dejaba el poeta loco, el maldito novísimo, el referente psicopoético patrio. Ya se ha dicho todo lo que se podía decir de él y de su familia. Al final fue él quien con su muerte puso fin a la estirpe de Los Panero. Un hombre que con versos supo llegar más al interior del ser humano que las prosas ripiosas de los cráneos cuerdos y privilegios, y que sin embargo se va como loco, como si sólo fuese eso. Aceptaremos esta breve descripción que podría ser sobre sí mismo:
El Loco
He vivido entre los arrabales, pareciendo
un mono, he vivido en la alcantarilla
transportando las heces,
he vivido dos años en el Pueblo de las Moscas
y aprendido a nutrirme de lo que suelto.
Fui una culebra deslizándose
por la ruina del hombre, gritando
aforismos en pie sobre los muertos,
atravesando mares de carne desconocida
con mis logaritmos.
Y sólo pude pensar que de niño me secuestraron para una alucinante batalla
y que mis padres me sedujeron para
ejecutar el sacrilegio, entre ancianos y muertos.
He enseñado a moverse a las larvas
sobre los cuerpos, y a las mujeres a oír
cómo cantan los árboles al crepúsculo, y lloran.
Y los hombres manchaban mi cara con cieno, al hablar,
y decían con los ojos «fuera de la vida», o bien «no hay nada que pueda
ser menos todavía que tu alma», o bien «cómo te llamas»
y «qué oscuro es tu nombre».
He vivido los blancos de la vida,
sus equivocaciones, sus olvidos, su
torpeza incesante y recuerdo su
misterio brutal, y el tentáculo
suyo acariciarme el vientre y las nalgas y los pies
frenéticos de huida.
He vivido su tentación, y he vivido el pecado
del que nadie cabe nunca nos absuelva.
Tras dos películas El desencanto de Jaime Chavarri (1976) y Después de tantos años de Ricardo Franco (1994) donde se narraba en formato de entrevistas a sus miembros la vida y obra de los Panero, además de las miles de leyendas que cuentan sobre ellos, los poemas inspirados, sus seguidores poéticos, o incluso las canciones y otras referencias, se nos ha hecho difícil ver a ningún miembro de esta familia como algo distinto a un personaje de ficción.
Fragmento de El Desencanto (Jaime Chavarrí, 1976)
Por si fuera poco, muchos de los grandes momentos culturales de los últimos setenta años están ligados a ellos. El padre Leopoldo Panero, publicó en Caballo Verde para la poesía, revista fundada por Pablo Neruda, referente de la poesía española previa a la guerra civil, o frecuentó con asiduidad la tertulia del café Lyon con otros poetas como Luis Rosales o Gerardo Diego. La madre, Felicidad Blanc, esa señora lúgubre que aparece en El desencanto, también era escritora aunque se vio obligada por su esposo a abandonar su oficio y dedicarse a la casa, quizás eso era parte del desencanto. El hijo mayor, Juan Luis, fallecido hace menos de un año, también poeta y antólogo que en Después de tantos años aparece como ajeno a los asuntos de su familia, como en un ambiente más intelectual que el resto, un poco cargado de pedantería. También está el hijo pequeño, Michi, conocido por ser uno de los hosteleros más importantes de la “movida madrileña”, y que a muchos les sonará por la canción de Nacho Vegas. Y finalmente el hijo mediano, Leopoldo María. ¿Qué decir? Podemos dejar que nos diga cómo se fundó Carnaby Street o dejarnos seducir por las idealizadas anécdotas sobre su locura. En ambos casos el disfrute está garantizado siempre y cuando lo veamos dentro de un contexto de ficcionalidad.
Al final lo que ocurre es que se nos ha caído un mito, ha quedado desierto el trono de esta nuestra otra familia real. Los Panero son como los Kennedy españoles, lo sabíamos todo de ellos, tienen una vida muy dramática y en el fondo todos les teníamos simpatía, algo muy nuestro, muy de aquí, nuestros amados disfuncionales artistas, poetas y locos.
Hubo una época en la que yo no conocía a Leopoldo María ni a su familia, pero poco a poco moviéndome por estos círculos poéticos sevillanos empecé a conocer su figura y sobretodo su influjo. Muchos se sentían Panero o herederos de su poética, aunque en realidad muchos fingían ser herederos más bien de su locura. Y sin embargo todos sabemos que su espectáculo no era digno de repetirse o que quizás él no quería ser partícipe del show de otro y se quedaba con el suyo propio, tal y como mostró en el Festival de Perfopoesía de Sevilla en 2009.
EL CIRCO
Dos atletas saltan de un lado a otro de mi alma
lanzando gritos y bromeando acerca de la vida:
y no sé sus nombres. Y en mi alma vacía escucho siempre
cómo se balancean los trapecios. Dos
atletas saltan de un lado a otro de mi alma
contentos de que esté tan vacía.
Y oigo
oigo en el espacio sonidos
una y otra vez el chirriar de los trapecios
una y otra vez.
Una mujer sin rostro canta de pie sobre mi alma,
una mujer sin rostro sobre mi alma en el suelo,
mi alma, mi alma: y repito esa palabra
no sé si como un niño llamando a su madre a la luz,
en confusos sonidos y con llantos, o bien simplemente
para hacer ver que no tiene sentido.
Mi alma. Mi alma
es como tierra dura que pisotean sin verla
caballos y carrozas y pies, y seres
que no existen y de cuyos ojos
mana mi sangre hoy, ayer, mañana. Seres
sin cabeza cantarán sobre mi tumba
una canción incomprensible.
Y se repartirán los huesos de mi alma.
Mi alma. Mi
hermano muerto fuma un cigarrillo junto a mí.
Y ahora al fin estará junto a su hermano muerto, tomando una cocacola y fumando un cigarrillo. Así hablaba Michi Panero de Leopoldo María en Después de tantos años (Ricardo Franco, 1994).
Descansa en tu paz loca llena de versos.