«No es una novela contra el trabajo, sino contra una manera de trabajar»

Por Daniel López García

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[+] Autor: Daniel López García

[+] Reportaje fotográfico: Iram Martínez

Elvira Navarro presentó este mes de marzo en la sevillana Birlibirloque su cuarta novela: La trabajadora (Random House Mondadori, 2014). Antes de aquel acto nos citamos en su hotel para charlar sobre algunos aspectos que me habían llamado la atención de su libro. Di comienzo a nuestra conversación excusando la falta de perspectiva que tenía de la obra tras su lectura -que había rematado escribiendo, sin descanso entre los procesos de lectura y escritura, una reseña en la que sentí que me faltaron muchas cosas por decir a pesar de ser la más extensa de las que he publicado hasta ahora. Afortunadamente, aún tenía esta conversación pendiente para suplir la carencia de espacio de aquel otro formato. En cualquier caso, tras transcribir nuestros intercambios de aquella tarde, tengo la sensación de que emergieron otros muchos aspectos en los que me gustaría seguir profundizando. Y es que Elvira, al hablar de su libro, explica procesos de creación literaria y esboza perspectivas sobre su mirada del ser humano, de sus relaciones, sus propios límites y los del contexto que habita. Por tanto, al hablar de La trabajadora constantemente aparece la conexión entre contenido y forma, hasta el punto de exceder el marco de la obra para abordar la literatura y su creación en un sentido más amplio. A partir de aquí, lo que mucho que dio de sí y lo grato de aquel encuentro.

Daniel López García: ¿Por qué has elegido a mujeres como protagonistas de tu novela?

Elvira Navarro: En mi caso como escritora, yo no elijo nada. Normalmente lo que me viene es una voz narrativa que puede ser hombre o mujer. En el anterior libro era la de un niño chino, es decir, que vete a saber de dónde me viene eso. A lo que voy es que yo no pienso fríamente una novela sino que normalmente, lo que quiero contar no viene como un concepto aislado, sino que ya me viene con una voz, con un paisaje y en este caso me aparecieron casi a la vez. Lo primero que escribí de la novela fue el comienzo de la segunda parte que es cuando Elisa está esperando a Susana. Digamos que desde el arranque yo ya tenía dos personajes que eran mujeres y que no elegí premeditadamente. ¿Por qué me vienen mujeres? Pues seguramente porque yo soy una mujer, lo más fácil es que a un escritor le venga un protagonista masculino y a una escritora uno femenino, aunque luego estés constantemente yéndote al otro sitio. Lo que quiero decir es que no hay ninguna militancia en ese sentido. Lo que hay es una naturalidad, una continuidad de lo que yo soy con los personajes.

D.L.G.: En el libro existen hasta cinco tipos de relatos distintos cohesionados por el personaje de Elisa ¿Por qué has optado por este tipo de narración y cuáles son los retos a los que te ha llevado?

E.N.: De nuevo, te voy a contestar que yo no he elegido escribir así, sino que el texto me iba llevando a esos lugares. Cuando escribo nunca sé hacia donde voy, digamos que lo que hago es acumular material por aquí y por allá, voy haciendo como montoncitos de material. Lo que a veces sí que me cuesta es encontrar el orden de esos montoncitos. Una vez que he terminado el libro, soy consciente de ello, de que he finalizado algo, y sin embargo no es así porque la estructura no está armada. Es decir, lo percibo concluso porque yo ya he dicho lo que tengo que decir, pero falta todo el montaje. Y en ese punto, en el montaje, es una cuestión casi de instinto en la que vas probando diferentes posibilidades. Te planteas el poner una cosa allí y otra aquí a ver qué pasa. Y así, fui probando diferentes posibilidades hasta que encontré la que a mí me convenció más para la estructura final, donde me pareció que la estructura cuadraba. Considero que tiene algo de rompecabezas, digamos que el mensaje de la novela no está completo hasta que no has encontrado la estructura: has dicho todo lo que tienes que decir, sin embargo no está de la manera en qué tiene que estar, por lo tanto no está el mensaje hasta que encuentras esa estructura.

Elvira Navarro_4D.L.G.: En la primera parte de la novela, el relato de Susana, hay una fuerte presencia de la sinestesia, del valor de lo sensorial. Susana huye de una realidad que presente “manchas, unas sin cortar y con los bordes negros o restos de ensaladilla en los dientes (12), aunque el deseo que expresa pueda provocar cierta incomodidad en el lector “que alguien me lamiera el coño con la regla” (11) ¿Qué objetivos persigues con este contraste que puede llegar a desagradar en esta primera parte del libro?

E.N.: El arranque inicialmente no era este, eso iba a mitad del libro y fue una de estas cosas que te cuento que tuve que ir modificando por la estructura. Finalmente, decidí que esa parte debía ir al principio. Lo que me convenció fue, por un lado, romper la convención del buen gusto. Que algo empiece de forma tan estridente podría expulsar a ciertos lectores, aunque al mismo tiempo podría ser atractivo porque está rompiendo una convención y, en la medida en la que la rompes, se crea una expectativa: que el lector se planteara hacia dónde lo llevaba el texto. Yo quería que se generara esa expectativa. Por otro lado, mientras escribía esa parte de la historia me venían ciertas cosas a la cabeza. Tenía presente Ventajas de viajar en tren de Antonio Orejudo, pero también me venían mucho las primeras películas de Almodóvar en las que la película se organiza a través de algo absolutamente disparatado, donde también se está todo el rato rompiendo con otras convenciones. Ahora mismo que hay toda una revisión de la transición de la que yo estoy de acuerdo en parte, se acusa a todo el arte que se empieza a hacer durante esa época de haberse vaciado de contenido político. En cierto grado creo que esto es cierto y yo estoy ahí. Sin embargo, lo que creo que sí se debe reivindicar de esos años fue una libertad creativa que ahora se ha perdido. Ahora hay un canon demasiado serio, no te permite jugar, incluso los libros humorísticos están completamente expulsados del canon. Esto me lleva al planteamiento del porqué de esas restricciones a la hora de crear y ese era uno de los lugares a los que yo quería ir. Recuperar un poco esa frescura de crear a partir de algo loco.

D.L.G.: La descripción del personaje de Fabio, joven homosexual mexicano con principio de enanismo que recuerda al Galindo de Crónicas marcianas, redunda en esa realidad algo grotesca ¿Qué papel juega en el desarrollo del personaje de Susana?

E.N.: La propia Susana se pregunta qué papel ha desempeñado la relación que ha tenido con Fabio y no ha obtenido ninguna respuesta. Cuando llegamos al final de esa relación, ella dice en un momento dado “me pregunté para que había utilizado esta relación”. Susana no se modifica por Fabio, el que se modifica es Fabio por Susana. En realidad, hay un papel de Fabio puramente formal que es el de vehicular el delirio. Utilizo a Fabio para contar toda la historia de búsquedas, las voces en el contestador, en la que de repente aparece un tipo con capacidades portentosas que huele un papel y es capaz de oler asesinos. No es más que el catalizador de la locura, realmente él no tiene efectos sobre ella más allá de que ella cree que es la persona que más la ha querido tal cual era ella. Sin embargo, no la modifica para nada, ella sale sola de su delirio.

D.L.G.: Siguiendo con el personaje de Fabio, este se presenta como un hombre capaz de oler las palabras y que, además, plantea que es posible diferenciar el color de estas ¿Se podría entender como un debate sobre los límites del lenguaje y nuestra estructura de pensamiento?

E.N.: Sí, desde luego. Hay gente que es sinestésica, yo como no lo soy no me hago cargo de lo que pueda ser eso.  Pero en la medida en que hay gente que lo es, da pie a intuir otro tipo de configuraciones cerebrales y que el resto estamos confinados a una. Desde luego ese debate se abre, sobre el papel que tiene el lenguaje. El lenguaje finalmente es el reflejo de nuestra capacidad. Pero hay algo de lo que muchas veces desconfió de todas maneras, de ese argumento que se dice sobre que hay cosas que no se pueden decir, que están más allá del lenguaje… Yo creo que hay experiencias o conceptos a los que es muy difícil encontrarles su expresión en el lenguaje, pero que finalmente con esfuerzo si que tienen su traslación a él. No creo que seamos capaces de conceptualizar nada sin necesidad del lenguaje. En el momento en el que te estoy diciendo siento algo ya estás conceptualizando, incluso cuando tú sientes te lo estás formulando a ti mismo a través de un lenguaje con lo cual no creo que exista esa zona oscura de intraducibilidad. Lo que pasa es que muchas veces cuesta mucho traducir exactamente, relacionar esos dos planos. En el lenguaje como proceso comunicativo intervienen muchos elementos, por ejemplo, el receptor siempre va a proyectar sobre las palabras su propia experiencia por lo que, es cierto que lo que no hay es una comunicación que no esté llena de interferencias, eso sí que lo creo, porque interpretamos esa subjetividad.

Elvira Navarro_3D.L.G.: La actual crisis económica y sus consecuencias están presentes en tu libro. En el capítulo 8 de la segunda parte fotografías cómo ha afectado esta en el paisaje urbano. El personaje de Elisa parece que dibuja los efectos de la crisis en su cuerpo y su psique.

E.N.: Ella tiene miedo. Está claro que la ciudad que se describe en el libro es una ciudad transida por la subjetividad de Elisa, sin embargo en esa subjetividad ella encuentra elementos inesperados, como, por ejemplo, que haya muchas casas allanadas -unas casas que no están ocupadas tal y como las tenemos en nuestro imaginario, propias del movimiento okupa. Ella empieza a ver que no son gente de este movimiento, sino que de repente hay todo un movimiento digamos subterráneo y descubre que sitios que deberían estar vacíos están ocupados, están robando la luz de las farolas, nadie dice nada, están siendo habitados pero muy a la vista. Es una especie como de complot de la ciudad por el que descubre que esta no es lo que ella cree, sino otra cosa, una realidad distinta. Yo eso lo planteo como una doble posibilidad. Elisa lo vive con miedo pero, mientras yo lo escribía,  pensaba en una seria posibilidad de ocupación de la ciudad por parte de un «movimiento ciudadano», aunque yo en el libro no use esa expresión. Usar ese tipo de palabras te suelen romper por completo el tono y el estilo, corriendo el riesgo de llevarte a lo panfletario. Pero sí que quería que el lector pensara en eso y por qué Elisa vislumbra esa posibilidad, porque eso sería esperanzador, que de repente la gente empezara a apropiarse del espacio, tener otra relación con él. A ella le da miedo porque no acaba de entender lo que está viendo, porque está metida totalmente en su individualidad y no es capaz de romper con ella y ver más allá. Elisa es un personaje que está roto, entonces todo lo que percibe como una amenaza, más aún lo nuevo. Digamos que lo que quiero que se muestre como una posibilidad para el lector, para ella es una amenaza porque está encerrada en una patología.

D.L.G.: La relación entre Elisa y Susana parece evidenciar el fracaso por la estrategia de vida de la primera, una vida sacrificada al trabajo y al estudio en la que no ha logrado conciliar sus expectativas con su sueldo. ¿Qué sentido juega este fracaso en la pérdida de facultades de Elisa y qué críticas vislumbra?

E.N.: El fracaso cierra el horizonte de expectativas. Una vez que se nos cierra el horizonte de expectativas, la cabeza no tiene sobre lo que proyectar. Lo que le ocurre a Elisa es que cree que los pasos que ha dado eran los pasos correctos. Una vez que empiezan a no pagarle, ella se da cuenta de que su historia no evoluciona tal y como se esperaba, sin embargo su lucha es por recuperar la normalidad de antaño en vez de construir otra cosa. Lo que la acaba de enloquecer es ver que alguien a la que ella en el fondo desprecia un poco y que sí que actúa desde otra lógica, es decir Susana, alguien que a ella le parece una marciana o una rara, parece que esa lógica sí que le da una salida y acaba exponiendo sus manualidades, la llaman de una galería… Elisa vivencia que triunfa una lógica totalmente distinta de la que ella ha creído y que por tanto no entiende. Por lo cual su propia lógica se vuelve contra ella y de alguna manera enloquece.

D.L.G.: Pareciera que la estrategia de Susana ha logrado conciliar mejor la necesidad de un empleo y el desarrollo de sus inquietudes vitales, frente a una Elisa que parece empeñada en que su realización como persona coincida con el trabajo.

E.N.: Exacto. Además, date que cuenta que mientras que Elisa está todo el rato hablando del trabajo, es decir, recreándose en su frustración, Susana no quiere hablar de su empleo. De todas las zonas oscuras en las que Susana podría recrearse, ella llega al piso y ni le contesta a la otra cuando le pregunta qué tal te ha ido en el trabajo. Sencillamente, se pone con sus recortes y pequeñas obras de arte, no deja que el trabajo la ocupe, que la conquiste.

Entrevista a Elvira Navarro

D.L.G.: El personaje de Carmentxu, la editora jefa de Elisa, parece que también apunta a esa idea cuando expresa en su parlamento: “Si me echan, me voy a tirar una temporada fuera de España (…) y también fuera de los libros, porque esta no es forma de estar en los libros”

E.N.: Lo que yo quería dar a entender con Carmentxu, aparte de lo que dices, es que vive una vida muy entregada al trabajo. No es una novela en contra del trabajo, sino en contra de una manera determinada de trabajar que te avoca a una productividad en la que no te paras a pensar para qué estás produciendo. Entonces, lo que Carmentxu busca es esa pausa que le permita pensar para qué se produce, para qué hacemos, algo que no contemple únicamente el beneficio material. Ahí es donde yo quería llegar, recuperar el sentido de lo que es leer. Ella llega un momento en el que no sabe ni por qué lee. Lo que pretendía era recuperar otra vez el sentido de las cosas, que se cuestionara el por qué.

 D.L.G.: Parece que en diferentes momentos los personajes de Susana y Elisa sufren un conflicto entre sus capacidades intelectuales y las corporales, entendidas estas últimas como depositarias del placer, el deseo o el alivio.

E.N.: En el caso de Susana, en el momento en el que le da el brote psicótico, ella no está muy intelectualizada, sino que lo que está es totalmente ida y esa corporalidad le da un anclaje con lo real. En el caso de Elisa, es que pasa tanto tiempo trabajando delante del ordenador, lo único que hace es leer y corregir, sus días son eso, que de repente el cuerpo desaparece. De hecho, también, por ejemplo, los paseos por la ciudad tienen que ver con el cuerpo. Esos paseos que al principio tienen cierta función de alivio, lo que hacen en realidad es buscar el equilibrio dentro de estas vidas muy desequilibradas. Mi tesis es que el trabajo lo ha ocupado todo en la vida de Elisa, ha ocupado su espacio propio que es la casa, porque ella no tiene un lugar propio al que ir a trabajar, con lo cual se difumina la frontera de mi lugar y el lugar de trabajo; no existe un tiempo porque le dan libros urgentes y se le junta una cantidad inmensa de trabajo y es donde pasa la mayoría de las horas del día; al mismo tiempo, necesita un descanso que lo acaba derivando al tiempo dedicado en internet porque se encuentra frente al ordenador sin tiempo para otra cosa y huye por esa vía.

D.L.G.: Creo recordar que en algún momento del libro se plantea que Elisa pierde interés por el sexo y lo sustituye por pasear y correr.

E.N.: Sí, exacto. En realidad, no es que sea el sustitutivo del sexo. Lo que planteo es que Elisa había pasado tantas horas frente al ordenador, ya fuera trabajando o perdiendo el tiempo, que su cuerpo estaba arrugado. El sexo era una manera que el cuerpo tenía de cobrar naturalidad. Sin embargo, hace meses que había dejado de tener relaciones sexuales por la falta de tiempo y lo que hace es andar. No es que sea sustituto del sexo, sino que el sexo hubiera tenido el mismo valor que dar un paseo.

 D.L.G: Las estrategias que acaba tomando no le ayudan mucho a salir de esa realidad.

E.N.: Exactamente. Elisa es muy torpe. Yo creo que puede ser certera más o menos en su diagnóstico, por lo menos en la situación en la que está, pero es muy torpe buscando salidas, tira por donde no tiene que tirar.

D.L.G.: En las últimas páginas del libro pasas de un cierre en el que el lector puede encontrar cierta conciliación en la realidad de Elisa a un final que deja muy abierta la posibilidad de que todo continúe.

E.N.: En realidad, no creo en lo cierres tan conciliadores. Podría dar la sensación de que el final no es muy optimista, pero considero que para que se diera una conciliación la novela necesitaría una temporalidad mucho más amplia de cara a que fuera verosímil. Desde ese punto de vista, la conciliación no sucede. Si la novela tuviese cuatrocientas páginas, sí pudiera haber tenido lugar, pero tiene 160 y no hay una temporalidad que dé lugar a un cambio verosímil en ese sentido. Es una cuestión también técnica.

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