Cristian Alcaraz: De ‘Turismo de interior’ a ‘La orientación de las hormigas’

Por Daniel López García

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Duerme mi lengua, por mi cuerpo corre

un tenue fuego, de mis ojos huye

toda visión,  con mis oídos oigo

sólo un zumbido.

Un sudor frío me recubre: tiemblo,

estoy a punto de morir, se tiñe

pronto mi piel de palidez verdosa

como la hierba.

Con estos versos la poeta Safo en el siglo V a.C. consiguió enhebrar a la perfección los síntomas más intensos y sorprendentes del amor. Safo, al ver a su amada hablando con otro hombre, traduce la pasión que siente por ella a través de síntomas fisiológicos manifestados en su propio cuerpo. Para Safo, el amor entendido como pasión es la vía por la que los seres mortales podían acercarse a los dioses en su deseo de alcanzar la inmortalidad. Por tanto, estos versos suponen uno de los primeros ejemplos en poesía de la capacidad del cuerpo en la expresión de los más íntimos sentimientos –el amor, los celos, la añoranza- y de la paradoja humana del deseo de trascender su propia existencia al mismo tiempo que manifiesta su naturaleza mortal. turismo

En Turismo de interior (La Bella Varsovia, 2010), primer poemario de Cristian Alcaraz (Málaga, 1990) y Premio de Poesía Joven Pablo García Baena en su tercera edición, se vislumbra una visión que conecta con una poética del cuerpo que, en cierta medida, apunta hacia esa idea del cuerpo como paradoja del devenir humano donde se establece la confrontación entre el deseo y la realidad. En los poemas del primer libro de Cristian Alcaraz, la voz poética enfrenta su propio cuerpo a sí mismo, manifestándose como asidero de un placer físico cuyo mecanismo lo bifurca en dos direcciones: hacia el amor como ansia de plenitud y hacia la frustración de una realidad que lo constriñe y limita: ‹‹a veces se marcha diciendo adiós/me deja temblando en la cama›. Al mismo tiempo, ese cuerpo se ve enfrentado y definido en la confrontación con otros similares. En este punto, la familia emerge como el otro gran tema de este primer poemario. El reconocimiento de estos otros cuerpos es también el de otras contradicciones ‹‹se lo traga todo (…) y me besa los labios››, donde lo cotidiano expresa un cuerpo en ruinas, una habitación vacía, donde no quedan vestigios de un impulso desaforado. En este sentido, la voz poética de Turismo de interior establece el cuerpo como lugar de tránsito en el que se resuelven sus inseguridades: por un lado, el reconocimiento de una pulsión sexual que desemboca en el estupor de sus consecuencias (‹‹temblores››, ‹‹sudor frío››, ‹‹relaciones ortopédicas››) y que expresa los límites de nuestros deseos (‹‹aferrándote a sentir con cuerpo de hojalata››); por otro lado, de la observación de los cuerpos familiares emerge una conciencia donde el deseo propio no encuentra lugar, donde lo cotidiano es la expresión de unos cuerpos quebrados que sostienen la vida con dificultad. Del reconocimiento del placer propio surge una culpa que vuelve la mirada hacia la familia como espacio de protección “mientras las diapositivas de un pasado  mejor te taladran la cabeza” que no se convierte más que en la confirmación de la pérdida de ese espacio para siempre (en “Cruising”, uno de los mejores poemas del libro, sintetiza todo ello). La conclusión del primer poemario de Alcaraz es tan vital como trágica: se establece la afirmación del placer como el motor de la vida y, por tanto, su reconocimiento supone la necesidad de sobrevivir a sus consecuencias.

En La orientación de las hormigas, publicado por Renacimiento y Premio de Poesía Andalucía Joven 2013, hay una depuración formal, tanto sintáctica como semántica, que ahonda en el contenido y matiza la expresión de los sentimientos expresados por el poeta. Si Turismo de interior se configuraba como un lugar de tránsito, la bisagra entre la adolescencia y la madurez, La orientación de las hormigas inicia el camino hacia la profundidad de la existencia donde la constatación de las primeras contradicciones vitales se convierten en conciencia de sus angustias y deseos. Desde su primer poema “Canino” escritura y cuerpo establecen una relación como punto de partida y reconocimiento de sus atributos esenciales: ‹‹he salivado››, ‹‹he cortado la piel que me sobra››, ‹‹he llamado al sol infierno y al calor autoestima››. Ya desde este poema se establece una relación más consecuente con la realidad, con los propios deseos y pasiones, y con el sufrimiento como algo inevitable y necesario ‹‹Recuerdo mi vida/y de esa forma quedo:/con la gratitud de todos esos hijos no-natos/que no abrirán sus venas,/que seguirán soñando/eternamente››. orientación

Si en Turismo de interior convivían una imagen de la infancia como inocencia y de la familia como refugio, en La orientación de las hormigas persisten pero como un camino de no retorno. En su poema “Al nacer…” manifestará la irreversibilidad de la senda iniciada y la imposibilidad de alcanzar de nuevo ese estado de quietud ‹‹Al nacer/me obligaron a caminar hacia delante./Con el tiempo he descubierto lo caníbal,/el contacto que recae/sobre lo indigno (…) Acabaré con lo bello que me queda››. De esta forma, Alcaraz comienza a entrever los márgenes de su poética que bascula desde la búsqueda de algo puro, ‹‹Desearía del mundo solo lo sencillo››, hasta la necesidad de alejarse definitivamente de ese estado de ingenuidad para terminar por descubrirse a sí mismo ‹‹Recojo el álbum/aquí mi familia: tres cadáveres./Como un elefante me alejo para morir››.

Cristian Alcaraz en este poemario pone en cuestión la configuración de la realidad en torno a la bondad o la belleza. Su poética basada en lo corporal expresa el mundo a través del reconocimiento de instintos elementales y caducos, los cuales lo conducen a la expresión de lo sórdido e impuro. Su superación son la constante que le permite sobrevivir a la realidad: ‹‹Pienso mi vida y reconstruyo mi vida/como un accidente de tráfico reconstruye la carretera.›› Esto también se observa en poemas como “Si escucho la hebilla…” o en “Sé que mastico” en el que, por ejemplo, enuncia: ‹‹Sé que muerdo la carne que no me pertenece./Miro a la luna llena justo antes/del sacrificio (…)/Creo en lo efervescente/y como consecuencia/me deshago.››

Lo que fue la consideración de unos impulsos que lo hacían diferente y, al mismo tiempo, desconocido de sí mismo en Turismo de interior, se vuelve la confirmación de su pertenencia como hombre al género  humano y a su tradición y, por tanto, también la asunción de su trágico destino. De esta forma, la voz poética proclama en poemas como  “Invertebrado”: ‹‹Soy la hormiga que lleva sobre sus hombros/las vísceras de los que han caído:/animales que se pudren bajo un zapato,/el llanto de lo urgente renegado, el complejo o ideal/de una vida (…) A partir de este momento soy/materia depravada››; y en “He nacido para contemplar…”: ‹‹Soy la herencia de un montón de hombres:/Sebastián, Antonio, Lázaro (…) Me veo indigno y genuino, pero soy igual./ Y doy las gracias.››

Y de esa forma es como Cristian Alcaraz en sus dos primeros libros va esbozando una aparente y sólida trayectoria poética. Si en Turismo de interior el sujeto poético se instalaba en sus inseguridades y en el tránsito entre pulsiones marcadas por el deseo y la pérdida de la inocencia y, con ella, de un espacio de protección y seguridad; en La orientación de las hormigas se establece en la conciencia de la fragilidad de la vida y sus relaciones, la aceptación del dolor y de lo abyecto que habita en nuestra existencia, y el anhelo de sosiego y quietud mientras ‹‹qué ruido afuera››.

Todo tendrá que soportarse, porque…