Sylvia Sleigh. La mirada inoportuna
Por 7 octubre 2013
En el neoyorkino Cedar Tavern, y al amparo de la bebida y la fama, los machotes de la Escuela de Nueva York con Jackson Pollock, Willem de Kooning y Mark Rothko a la cabeza, celebraban durante los años cincuenta su dominio sobre una época que ellos mismos diseñaban y dirigían a golpe de salpicaduras y brochazos. En pleno frenesí de fin de Modernidad, endiosados de su hombría, afirmaban sin dudarlo que un cuadro, para ser bueno, habría de tener “two balls” -dos pelotas-.
Pocos años después, la británica Sylvia Sleigh llegaba a Nueva York y se encontraba con aquella Abstracción moderna que se perpetuaba como estilo, seguía rigiendo el gusto oficial y dejaba poco espacio para cuadros figurativos como los que ella, artista de ultramar sin “two balls”, pintaba. Pero las décadas de los sesenta y setenta en Estados Unidos tenían preparados para Sylvia, como para otras tantas artistas estigmatizas por su género, tiempos de cambios. Con el auge del movimiento feminista (especialmente en su vertiente radical) y la aparición de los primeros manifiestos revolucionarios, el mundo del arte y de las artistas se vio insuflado de nuevas energías con las que irrumpir en la patriarcal y discriminatoria escena artística. Sylvia Sleigh se encontró en medio de esta vorágine reivindicativa, participó en ella y la retrató desde una perspectiva y un estilo propio, necesariamente opuesto a la abstracción imperante, y enmarcado en las corrientes de nueva figuración que comenzaban a despertar del letargo de las últimas décadas.
Las claves de su obra, ya presentes en su trabajos ingleses, van emergiendo a partir de conceptos claros: figuración aplicada al retrato, comprendido este como espacio personal sobre el que la pintora proyecta sus pasiones, sentimientos y empatía hacia el retratado (véase el retrato de Felicity Rainnie); preferencia por los desnudos, que se transforman en ámbitos de exploración a partir de un modo divergente de entender el cuerpo, lejos de la mirada masculina que había impuesto siempre su visión sobre este género; y, sobre todo, afán de insertarse en el presente, voluntad ávida de captación de hechos y sensibilidades, mirada pasional, punzante y comprometida. Por aquellos mismos años, los chicos de la generación siguiente a los de la Escuela de Nueva York comenzaban a plasmar en sus obras los cambios de la nueva vida moderna, dando lugar al estilo britanoamericano conocido como Pop Art (y bautizado así por el marido de Sylvia, el crítico de arte Lawrence Alloway). Como Sylvia, ellos también radicaron sus obras en una figuración comprometida con los cambios de su tiempo: medios de masas, trash culture y afanes hollywoodienses de la nueva sociedad americana fueron los temas de unas obras que, a diferencia de las de Sylvia Sleigh, derivaron en piezas pop siempre asépticas, frígidas, despersonalizadas. Es importante señalar esta diferencia entre ambos tipos de figuraciones, ya que la originalidad de la obra de la artista británica radica, en gran parte, en que sus imágenes transmiten empatía hacía lo representado.
Esta particular actitud se percibe en una de las piezas más lograda de la muestra: el retrato grupal de las participantes en la A.I.R (Artists in Residence Gallery), primera galería cooperativa de mujeres en Nueva York inaugurada en 1972. Las fundadoras y colaboradoras de este proyecto, entre las que estaba Sylvia, concibieron la galería como plataforma desde la que alzar la voz ante un medio artístico eminentemente masculinizado que las silenciaba por ser mujeres. Dice la pintora británica que le animó a realizar este cuadro el convencimiento de que momentos como aquel, logros semejantes, no deben olvidarse, sino quedar como vestigio orgulloso para la historia. Y solo alguien que, como ella, pudo entender y tomar parte en lo que retrataba, pudo plasmarlo con la cercanía y sororidad que contagia esta y todas las obras de Sylvia Sleigh. Sus lienzos reúnen valor plástico y documental, pues sorprenden y estimulan a reflexionar sobre el compromiso que sentían artistas como ella en unas décadas donde la militancia política era también creación artística; un tiempo en el que la responsabilidad de buscar y reivindicar como mujer un espacio para un estilo propio no solo era un compromiso artístico-profesional, era un desafío que se lanzaba también desde los lienzos.
Centro Andaluz de Arte Contemporáneo
Del 27 de septiembre 2013 al 12 de enero 2014
Horario
Martes a sábado. De 11:00 a 21:00 h. [el desalojo de las salas comenzará a las 20:30 h.]
Domingos. De 11:00 a 15:00 h.
Lunes. Cerrado.
Festivos. De 11:00 a 15:00 h.