Nuevos horizontes poéticos en Sevilla

Por Carmen Parejo

horizonte-poesia-sevillaDurante el mes de mayo de este mismo año tuvo lugar un ciclo de recitales de poetas noveles en Sevilla. Más de una veintena de autores jóvenes pasaron por Ultramarinos (Sede de la Plataforma de Artistas Chilango Andaluces) cada martes para mostrar un poco de sí mismos.

Llevo unos años paseándome e impregnándome del ambiente poético sevillano y ahora parece que surge una nueva generación. Recuerdo hace unos años a unos jóvenes, que ya no son tan jóvenes, admiradores fervorosos de Leopoldo Mª Panero, de la perfopoesía y probablemente de los trovadores. Ahora encuentro otros jóvenes, aún jóvenes, que manteniendo esa herencia buscan una mirada hacia la decadencia de Charles Bukowsky o de la generación Beat, esa generación que ha sido descrita por algunos como una serie de autores desesperados por publicar. Claramente influidos por un movimiento neo-hipster que parece que resurge. Ha habido una ruptura con “los felices y locos años” de la poética anterior.

¿Estoy diciendo con esto que la generación anterior ha muerto? Rotundamente no. Pero se han asentado, ya no son locos con ínsulas baratarias sino autores reconocidos con obra más que publicada, a veces por pequeñas editoriales independientes que han surgido en torno a ellos. Destacando la labor de Cangrejo Pistolero Ediciones, Ediciones en Huída o Ultramarina Cartonera&Digital entre otras. Ahí siguen Isaac Páez, Rocío Hernández, Adriana Schlittler, Carmen Camacho, Nuria Mezquita, Iván Vergara, Nacho Montoto… los “huídos” como Martín Lucía o Carmen Ramos. Y tantos otros que siguen cosechando éxitos y publicaciones.

Pero ha llegado el momento de reconocer una ruptura estética y ética dentro de la poesía en Sevilla y viene de manos de estos nuevos rostros. En palabras y versos del poeta Pablo Alonso, participante en el ciclo antes citado conforman una generación “La generación de la sangre”. Y sin embargo son mucho más que una masa homogénea de rasgos comunes, son el reflejo de un nuevo sentir desde todos sus puntos y miradas, desde la horizontalidad. Algunos ejemplos los encontramos en autores como:

El mentado Pablo Alonso, representante de un pesimismo alegre, de una nostalgia esperanzadora, de la autoedición, del deseo de transmitir por encima de todo. De los nuevos tiempos, de los nuevos modos. De la imagen. Con Joselito Ramone llega el grito y mantiene el gusto por la intertextualidad procedente de la herencia recibida. Sara González Ángel es la dama de la intelectualidad tanto en prosa como en verso. El tono intimista lo encontramos en otros poetas como Daniel Martínez, agobiado por el humo de los coches, por el acerado, asustado y vencido por la ciudad y la modernidad. Y en Patricia Luque haciendo frente a sus miedos en cada verso, a las vergüenzas cotidianas y elevadas. Volando como un mirlo.

La seriedad y la norma también tienen cabida en autores como Manuel Anarte o Dafne Benjumea. Es la búsqueda sin fin de lo poético. De lo clásico y lo moderno. De la forma. Y no desparece la performance, la polifacética Mary Periánez, Gonzalo Sánchez, Fran ‘Seisdoble’ Farfán, el ecléctico Roberto Carlos, o el dúo de lo tremendo que en las noches locas forman Leocadio Pérez de Vargas y Rubén Ruiz Ganga.

Muchos nombres y siempre me falta alguno. Muchos versos, muchos poetas: Alicia Camacho, Elena Berrocal, la sensibilidad de Macarena Vilches, el estilo urbano de Joaquín Borge o el recital tímido de Alejandro Navas. La fortaleza en los versos de la aparente inocencia de Ana Soto… Y tantos otros.

Realmente, como bien dice Pablo Alonso, es una generación de la sangre. Del sabor a sangre en la boca de una generación que dan por perdida. Una generación luchadora que muestra su yo en el todo sin dejar su individualidad. Más implicado en el “estar en el mundo” sin desmerecer ese “yo” de apogeo, de la locura como única diosa y del misterio de una calle desierta o de un bar cerrado por reformas.

La poesía se mueve y está de moda. Sin perder su aspecto contracultural aparece como necesidad del instante, como otras veces, como tantas veces, para ayudarnos a recorrer un camino pedregoso. Para rescatarnos de un mundo que se derrumba y nos cae encima.

Tras el estío vuelven estas oscuras golondrinas y os animo a acercaros a su balcón para conocer de primera mano todo lo que tienen que decir. Y que con suerte atraigan con sus cantos a otras golondrinas, esas desconocidas, esas que aún no colgaron sus nidos en los balcones poéticos sevillanos.