Copla, fandangos, boleros y supermercados
Por 30 agosto 2013
Fotografías / Iram Martínez Anoche el Nocturama se vistió de gala, ahora bien, si buscabas voces de cisne, letras correctas y técnica sosegada sin lugar a dudas te habías equivocado de sitio. En el monasterio de la Cartuja ayer tocó turno a lo ecléctico, a la copla, al bolero, al fandango, al llanto y a las risas. Martirio llegó como una pequeña gran diva. Con sus gafas, su peineta, su abanico, y acompañada por su hijo y guitarrista Raúl Rodríguez. El aplauso de un público fiel y entregado le acompañó al escenario donde comenzó con toda una declaración de intenciones con la canción Vengo a ofrecer mi corazón.
Un público variado acompañó a la artista que, hechas las presentaciones, volvió a los ochenta con temas como Madurito interesante o Separada sin paga. Era una noche diferente en Nocturama. Puede que fuese la primera vez que muchos de los asistentes se acercaban hasta allí. Martirio consciente de ello, se alegró de tener cabida en un festival en que destaca «el rock, el pop o el indie», algo que confesó le hacía sentirse «contemporánea».
Anunció un próximo disco para octubre dedicado a la gran Chavela Vargas. Y comenzaron los homenajes de Un mundo raro de José Alfredo Jiménez y que la misma Chavela hizo dar la vuelta al mundo, a la fusión de la obra de la venezolana Soledad Bravo con el fandango onubense. Para seguir rompiendo fronteras continuó con María la portuguesa de Carlos Cano. Y mientras los amantes se perdían en las playas de Isla, el público caía rendido ante la emoción justo antes de Volver con Gardel. Llegó el momento para la copla, con una fantástica versión de Torre de Arena, donde destacaron las dotes de Raúl Rodríguez a la guitarra, siguió con Te lo juro yo de Miguel de Molina o La bien pagá, en voz femenina y rebelde. No podía faltar Ojos verdes dando lugar a uno de los mejores momentos de la noche cuando Martirio quedó desnuda, sin parte de lo que tradicionalmente es ella misma o su alter ego, al desposeerse de sus míticas gafas de sol.
Como parte de la emoción es la risa, especialmente humorísticas, fueron las introducciones, las explicaciones acerca de los porqués y las verdades de la copla, que a los que la desconocen les puede parecer rancia y que la artista no tuvo dificultad para sacar de ese lugar que no el corresponde. Siguió con Compuesta y sin novio. Y como no podía ser de otra manera Martirio inició su despedida con Las simples cosas.
Para rematar, una de fandangos (acompañados de gritos de «viva Huelva») y las sevillanas… el chándal y los tacones. Esas canciones que a muchos nos han acompañado durante años, a veces sin saber quién era su autor, letras sobre «las maris» y los supermercados los sábados por la tarde que se acercan al público en el despliegue de un costumbrismo nada sutil.
¿Qué es un artista? Un artista es aquel que es capaz de evocar mediante el arte sentimientos en aquellos que contemplan su obra. Y la noche de ayer en Nocturama fue la confirmación de esta premisa. Es el público que llora y se emociona, que se ríe, que aplaude y que canta y aquel que lo provoca. Fue el recorrido por más de veinte años de carrera artística, por más de una decena de autores de muchas partes del mundo. La ruptura de las fronteras, el encuentro y la entrega. Martirio es una artista de esas que desafortunadamente hay pocas.
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