‘Leche’, la creación frente a la violencia
Por 4 junio 2013
En mayo de 2011 Los libros del lince publicaron la primera obra de la escritora sevillana Marina Perezagua bajo el título de Criaturas abisales. Este libro es un conjunto de catorce relatos que sorprenden por el magisterio de su escritura, lo transgresor de su temática y la fascinación que provoca su lectura.
Los relatos de Criaturas abisales demuestran un manejo absoluto de la técnica de este género. Sin superar las quince páginas cada uno de ellos, presentan una estructura canónica, demostrando especial maestría en los desenlaces, organizados en torno al nervio de la acción, donde las digresiones no exceden las licencias necesarias de cada personaje para contextualizar el conflicto en el que se encuentran. Pero, sin duda, lo que más asombra es el continuo fluir de otras lecturas o formas de contar con las que el lector encuentra concomitancias: la manifiesta sordidez de Bukowski; la austeridad y precisión para abordar lo grotesco, ridículo e irregular de lo cotidiano de Raymond Carver; el uso de Jonh Cheever del elemento poético como catalizador de la decadencia de la sociedad y de nuestras relaciones; o la transfiguración de lo común como elemento fundacional de lo poético de los cuentos de Gabriel García Márquez.
Asimismo, el primer libro de Marina manifiesta una fuerte impronta poética. Los personajes abisales de estos relatos se encuentran en un mundo vulgar en cuyas estructuras no encajan sus deseos, dilaciones literarias del sentido de la belleza, el amor y el arte. En la confrontación entre realidad y deseo conecta con poetas como Luis Cernuda, cuyo resultado manifiesta la incomprensión de esos seres, revelación de la extravagancia y la fragilidad del ser humano, que en la búsqueda de lo verdadero acaban convirtiéndose en seres posesos a los ojos de la vulgaridad cotidiana (ecos de Mallarmé). El amor y su manifestación física se plantea como único estado capaz de abordar lo absoluto, de trascender la vida común y mortal, y, en este sentido, conecta con Safo.
Criaturas abisales fue una eclosión de formas de contar en una voz nueva, sorprendente y apasionante. Leche, también publicado por Los libros del lince en otro mayo de 2013, es la confirmación de todo aquello, pero lo que fue la constatación general del hecho literario se convierte en este libro en la manifestación de la poética propia de Marina Perezagua.
Tanto en el manejo de la técnica narrativa como en los temas desarrollados se plantea una continuidad entre las dos obras: el deseo como elemento de catarsis (Transplante); la obsesión por alcanzar la belleza o la verdad, que llega a poseer al personaje (La isla); el relato mitológico, de carácter circular y proteico, que muestra los orígenes del mundo (Mio Tauro, Homo coitus ocularis). La discontinuidad que marca la diferencia es la extensión de los relatos que va de las más de cuarenta páginas de Little boy a las escasas cinco de Blanquita.
Pero en Leche se manifiesta con una fuerza superior una idea del mundo a través de la creación literaria. Se siguen presentando esas criaturas abisales que anidan y conviven en sus primeros cuentos, personajes en los márgenes de una realidad vulgar cuyos anhelos los someten a una incomprensión permanente. La violencia ejercida sobre ellos es la expresión en grado absoluto de esa indiferencia. Los personajes no están al borde del abismo; se encuentran arrojados en él. Silencio, nada, nadie son palabras que se repetirán en todos sus cuentos, símbolo del destierro que habitan, manifestación de su desavenencia. El acto de creación y de perpetuación de la vida es la respuesta que evocan frente al miedo que les provoca la muerte, el mutismo del tiempo, la discontinuidad de las cosas.
Leche, las diferentes manifestaciones acuosas de nuestros cuerpos, es la materialización de ese miedo a la nada que nos impulsa a perpetuarnos desde nuestro pasado al futuro, metáfora de ese acto de creación. Pero atención, Leche no es una obra sobre el impulso maternal (o paternal) en un sentido emocional. Es una obra que habla sobre la naturaleza humana, de hombres y mujeres, que frente a la violencia del mundo en el que habitan responden con un acto de creación, expresión de su deseo de vida.
En este sentido, Marina Perezagua es una escritora degenerada, deconstruye la creación como un acto marcado por la biología, para abordar la continuidad del ser humano desde una perspectiva simbólica porque, en realidad, Leche es un símbolo de la propia creación artística, de la literatura, la necesidad de contar del ser humano que nutre y da sentido a su existencia: “No pienso comer nada que no venga directamente de tu boca (…) En la orfandad de esta tierra en glaciación y guerra, tu boca es la gruta donde resuenan las únicas palabras que me consuelan (…) No huelo más que salud cuando su boca me explica las lecciones al oído”, expresa con altura poética en el relato Aurática.
De esta forma, Marina, mientras relata sus historias, va conectando la necesidad de la literatura con el sentido general del arte y la existencia humana, como una manifestación de la vida permanente e imperecedera, como una respuesta de la humanidad a la violencia que provoca el miedo al vacío, a la soledad, al silencio. Y en este punto, ya no importa si son más o menos acertadas todas esas influencias literarias que emergen de la lectura de sus obras porque son la celebración de algo más profundo que las contiene a todas.
* Marina Perezagua presentará su último libro, Leche, este jueves, día 6 de junio, a las 20.00 en La Mercería Café Cultural en la calle Regina nº 10.