Lotty Rosenfeld. Por una poética de la rebeldía
Por 17 abril 2013
El ansiado encuentro entre arte y política nació en la voluntad irreductible de querer subvertir el orden establecido. Fue una máxima para los años 80 latinoamericanos, que engendraron generaciones de artistas dotados de una energía impúdica para hacer una política distinta, la cual abreva en recursos creativos -no necesariamente artísticos-, y se encuentra en fricción con movimientos sociales o colectivos de acción política. Lotty Rosenfeld trazó líneas importantes en este contexto de subversión, y sus propuestas artísticas llegan hoy a nosotros, con una actualidad palpitante, a través de la muestra “Lotty Rosenfeld: Por una poética de la rebeldía”, que el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo expone hasta el 11 de junio con obras de la artista chilena junto al colectivo CADA y en solitario.
No fue nunca el suyo, sin embargo, un arte pensado para su contemplación en paredes institucionales. Se trata, por el contrario, de unas prácticas que desbordaron el arte de sus cauces habituales y que ocuparon valientemente el espacio público, lugar obligado y privilegiado donde se manifestó colectivamente el hartazgo hacia un régimen dictatorial opresor bajo la consigna “No+”. Un espacio, el público, sobre el que cuadrillas de aviones hicieron que del cielo cayeran miles de cuartillas de “¡Ay América!”, más que un lamento, una interpelación a la insurreción -política y creativa- de los ciudadanos. Ambas acciones del colectivo CADA se dibujaron dentro de una panorama latinoamericano en el que proliferaron otras propuestas, como el “Siluetazo” argentino, que buscaba dejar impresas las huellas de la ausencia de 30.000 individuos mediante el trazo de contornos humanos en el suelo.
En esta misma línea, “Una milla de cruces sobre el pavimento” de Lotty Rosenfeld no habla tanto de ausencia, cuanto de disidencia o divergencia con lo establecido. Así, la línea discontinua de la carretera queda convertida en una poderosa metáfora a través de su transformación en signo positivo, un gesto público que rompe la unidireccionalidad y plantea la posibilidad de resignificar los códigos establecidos. Igualmente, “Moción de orden”, video-instalación de un potente impacto visual, conjuga imágenes de archivo de canales públicos con la proyección de hormigas sobre la superficie de una plataforma petrolífera, buscando tensionar ambas perspectivas y enfrentándolas como amplias metáforas de nuestra situación en la época actual. Estas obras son eficaces reclamos para la reflexión sobre las formas vigentes todavía hoy de imposición o falsa disciplina; esto se aprecia más claro aún en el caso de las piezas que escenifican a las personas -en su mayoría mujeres- en un ámbito a veces casi privado, (“¿Quién viene con Nelson Torres?”), en las que subyace una certera afirmación: “lo personal es -también- político” (Kate Millet)
En definitiva, nos interesan estas obras de Lotty Rosenfeld por su calidad conceptual y por la aguda perspectiva que este trabajo lanza sobre los últimos treinta años. Pero si es más que conveniente su revisión hoy es por su capacidad para interpelarnos sobre el presente, de modo que sus propuestas nos reactiven y nos ayuden a desamoldarnos de lugares comunes en los que estamos acomodados; de este modo, su trabajo podrá servir de reververación de muchas intenciones combativas que están desarrollándose dificultosa pero firmemente en nuestro presente.