Aventura! (Lo que no es normal)
Por 28 abril 2013
Después de ver Una pistola en cada mano (Cesc Gay, 2012) se entienden los elogios hacia el nuevo cine español, redimido gracias a historias reconocibles de una realidad inmediata que abarca este tiempo capaz de sacar lo peor pero también lo mucho peor de las personas. Pero, ¿qué pasa con el teatro? Pues por ahí van también los tiros.
Alfredo Sanzol (Madrid, 1972) conjuga su talento con el de la compañía catalana T de Teatre para producir Aventura! y emular el enorme éxito que ya consiguieron con Delicadas (2010). Es por tanto la ocasión perfecta para seguir descubriendo a este joven dramaturgo cuyas últimas obras –la Trilogía: Risas y destrucción/Sí, pero no lo soy/Días estupendos, En la luna o Delicadas– han pasado con fortuna en los últimos años por el Teatro Central.
Aventura! es una obra de una inteligencia infrecuente y de una inventiva insólita. Sanzol crea situaciones nunca vistas, diálogos que hieren para amortizar la carcajada, ambientes enrarecidos que provocan interferencias entre sus personajes, o lo que es lo mismo: el humor.
Con esta obra, el madrileño se aleja de la construcción a partir de episodios o sketches, identificativa de sus obras anteriores para unificar acción, espacio y personajes dentro de una línea temporal.
Un comprador chino –el señor Lee– ofrece una cantidad millonaria por la compra de una empresa. Los seis socios estudian cómo subir el precio de la oferta mientras discurren qué harán con el dinero, un montante que creen suficiente para cambiar sus vidas.
Desde un discurso coherente con la actualidad –“Es una depresión general, es ambiental”–, crea una trama que desemboca en el humor más salvaje, el que no concuerda sino con el instinto, que no nace de lo negro del alma sino de lo corrosivo de la propia humanidad de sus personajes.
“¿Dónde está el gran problema que estamos viviendo?”
Eso dice uno de los personajes intentando relativizar todo el asunto, volviendo a lo esencial –en varias ocasiones la fantasía de los personajes recala en la vuelta a lo rural, al pueblo, a la infancia–. Pero la gravedad de lo material es demasiado fuerte y nadie se atreve a dar el paso: “Si vendes el piso, te quedas sin patria”.
La negociación con el comprador chino entabla un paralelismo con las negociaciones personales de cada personaje con sus deseos y sus miedos. Sanzol ha construido estos personajes a la manera de Chéjov, con una inmensa ternura, con lo humano por delante para conseguir que para conseguir que el espectador no se quede con lo inhumano que puedan albergar sus acciones.
El reparto al completo es un acierto. Merecen mención el actor Albert Ribalta en el papel de Marc –un personaje cómico y brutal, abrumado por su tiempo: “En tiempos no normales hacemos cosas no normales”– y la actriz Ágata Roca, con la inquietante y aparente fragilidad que aporta al personaje de Sandra.
El dilema moral, a la manera de Rohmer, aparece cuando Sandra acude a sus socios con una oferta que cree que puede satisfacer a todos y en la que ella misma está incluida en el precio. Es entonces cuando Sanzol eleva el tono de la comedia y nos introduce en lo extraordinario: la negociación se amplía y rebasa los límites de lo moral. La racionalización de la conveniencia de la oferta creará monstruos demasiado grandes para que los personajes puedan convivir con ellos.
Como el cine, el teatro es un arte colectivo servido para colectivos, por eso se necesita toda una conjunción de talentos para crear un buen espectáculo. Este es el caso de Aventura!, porque si es Alfredo Sanzol quien pone el verbo en sus personajes a través de un texto excepcional, reside en la capacidad interpretativa del elenco la fortuna de colocar el adjetivo justo a cada acción, a cada movimiento o a cada frase.
El cuadro se completa con una dirección sin alardes –el propio Sanzol ejerce de director– y una puesta en escena exacta: ejemplares los efectos de iluminación y sonido, que consiguen que el horror vacui de una oficina contenga un agreste paraje extremeño o la noche incontenida de una playa de Ibiza.