Jazz hecho danza en el Central

Por Paula Velasco

Emanuel Gat no ha llegado a donde está contando historias que ya habían escrito otros. Es más, ni siquiera le interesa contar una historia. La narrativa queda relegada al olvido ante el interés que despierta en él el proceso creativo de la coreografía. La obra que presentó ayer en el Teatro Central es compleja, no apta para los más conservadores. Brilliant Corners es el fruto de un largo proceso de reflexión en torno al espacio, un espectáculo más cercano a lo conceptual que a cualquier otra fuente de belleza.

Sobre un escenario cuyo perímetro está delimitado por la luz, nueve personas se mueven sin orden aparente. Cada bailarín desarrolla los movimientos que cree convenientes, partiendo del espacio que les otorga Gat como premisa. Su entorno no es el del recuadro blanco marcado en el suelo, sino que los límites los ponen sus propios cuerpos y los de sus compañeros. Lo que a primera vista parecían movimientos aislados, comienzan a cobrar sentido al relacionarlos con las dimensiones creadas por el resto de personajes entregados a la danza. Durante una hora, entran y salen del contorno iluminado, creando duetos o grupos mayores, combinando momentos de movimientos frenéticos con tiempos de pausa, de silencio.

La estructura de la coreografía recuerda a las grandes obras de jazz. No en vano, el título elegido por el coreógrafo israelí se corresponde con una de las obras más brillantes de Thelonious Monk. Brilliant corners se expresa a modo de jam session: los bailarines improvisan sin tener nada concreto a lo que aferrarse, pero siempre en un contexto determinado. Dentro del caos generado por este sistema de trabajo existe cierta armonía, la creada por la relación del espacio individual en relación al espacio total en el que se presenta la obra. No hay artificio ni ornamento, sólo coreografía, sólo ritmo. El ejercicio parece desplazarse desde el juego hasta la lucha en función de los pasos que conecten a los bailarines sobre esa especie de tatami gigante que adorna el suelo y refleja la luz.

 La música elegida parece ajustarse a los mismos patrones de creación que la danza. Los bailarines no aparentan necesitarla para completar su trabajo, pero, sin embargo, está ahí, una polifonía extraña, llena de espacios en blanco y giros bruscos en el ritmo. Lo mismo ocurre con la luz. Su intensidad y color va cambiando a lo largo de la actuación, se contonea de la misma manera que lo hacen los bailarines, y en su mutismo arroja sombras que influyen a la percepción.

Hay demasiadas cosas que ver en Brilliant Corners. Tantas que, al caer el telón, uno no sabe si se ha perdido algo, si entre tanto caos su mirada no se ha perdido al dirigirse donde no debía. Para verla de nuevo, o para sumergirse en sus laberintos por primera vez, esta noche hay un nuevo pase en el Teatro Central a las 21:00. Por solo 17€ podrás formar parte de una experiencia única, de esas que te hacen seguir pensando en lo que has visto al día siguiente.