Javier Krahe: «Yo conozco su religión mejor que ellos»
Por 2 diciembre 2012
Entrevista-reportaje: Iñaki Calvo / Fotos: J.M. Campos
Última semana de noviembre, vuelve el frío a Sevilla y trae consigo en sus primeros días al perseguidor de La Yeti. Nos acercamos a la sala La Estación para poder entrevistarlo, pero todavía no ha llegado. Tras probar bocado en un bar cercano, volvemos a la sala; sin embargo, en esta ocasión está llena de gente que viene a ver al alpinista de la sátira y el concierto es demasiado inminente ya para la entrevista. Pospuesta queda.
Transcurre veloz el concierto, en un ambiente festivo donde Javier Krahe sorprende con alguna composición inédita, una de ellas dedicada al fervor católico. La gente atiende, acompaña, ríe, aplaude y termina cantando casi a coro la última canción, un clásico en el repertorio del autor: El burdo rumor.
Acabado el recital, muchos se van; nosotros caminamos hasta el final de la sala rumbo al camerino, presidido por el cartel de <Almacén>.
Sobre una mesa de billar
Nos recibe Javier Krahe, que amablemente nos invita a sentarnos, así que colocamos las sillas en rededor suyo. Mientras me siento ojeo las pintadas de las paredes, infiero que de algunos músicos que han pasado por allí. Las miro y al tiempo espero que ninguna se convierta en una respuesta a alguna de la preguntas.
La sala estaba llena, y le pregunto cómo se siente al recorrer gran parte de España y ver año tras año que llena locales. Javier afirma que siente satisfacción, sobre todo por los dueños. Quiere que ganen dinero, cosa indispensable para volver al lugar.
«¿Le satisfizo también el trabajo sobre traducciones de canciones de Boris Vian que hizo para Andy Chango? Su respuesta es clara tras una calada al cigarro. “Sí, mucho, sobre todo por el encuentro con Andy. No lo conocía y es un tipo genial, un poco extremo en algunos sentidos, pero los extremos son interesantes. Además, yo simplemente estaba a su servicio. Por ejemplo: yo decía ataúd, pero él se sentía cómodo diciendo caja, así que… caja”.
Mientras busca un mechero para su cigarro apagado, me intereso por los amores, tan pródigos en sus canciones, y lo maravilloso que es ver a una mujer sentirse chispeante. Javier deja de buscar, sonríe y dice: “Sí, El deseo de un hombre.” Al tiempo que se reclina repite, “El deseo de un hombre hace a una mujer sentirse… chispeante”. Termina, profundizando en la «s» central de la palabra.
¿El mejor lugar para besar a una mujer? “ Sobre una mesa de billar.”
Hoy día se recompensa la codicia
Por unos segundos parece que todos los presentes nos evadimos hacia una escena propia, pero es efímera la fantasía y volvemos a la cruda realidad de un país donde se dan protestas de profesores, médicos y personal sanitario, abogados y jueces, desahucios cada día y unos poderes que viven en su propia y sádica fantasía.… ¿Cómo ve el patio, cómo ve El vecindario? Tras levantar la vista, responde. “Pues más o menos como tú. Inaceptable, intolerable, ofensivo, impúdico…”.
Haciendo hincapié en el asunto, le hablo de una tragedia de Sófocles, Áyax, donde este último, que es el protagonista, se siente menoscabado porque no valoran su vigor como mejor guerrero en la guerra de Troya tras la muerte de Aquiles, sino la audacia y astucia de Ulises. «Sin embargo, parece que ya no se reconoce ni el vigor ni la audacia, ¿qué nos queda entonces para ser premiados?» Tras una breve disertación sobre Aquiles, Javier Krahe lo tiene claro: “Hoy día se premia la codicia.”
A sabiendas de que es un gran aficionado, seguimos con la senda griega refiriéndonos a los dos preceptos escritos en la entrada del Oráculo de Delfos. Uno de ellos es el título de una de sus canciones, Conócete a ti mismo. «¿Cuánto tiempo cree que requiere ese camino?» Tras sorber su güisqui asegura que él lo dejó de lado. Lo dice en la canción, es un camino absurdo, es tan amplio el espectro que con palparse y situarse donde uno quiere ya es suficiente.
«¿Qué hay del segundo, Nada en exceso? ¿le parece más plausible que el primero?» Sonríe, luego mira fijamente y subrayando con el índice contesta que eso es interesante, que el camino del exceso enseña muchas cosas pero es prontamente perecedero y consume. Sin embargo, «el camino de la moderación permite hacer de todo». Y apostilla diciendo que hasta hay heroinómanos sólo de fin de semana.
Los lectores de La Razón no van a mis conciertos
Cada vez estamos más acomodados en las sillas, aun siendo el camerino bastante aséptico, y Javier deja fluir por su garganta el ungüento escocés que mezcla con hielo y agua. Le oí decir, comento, que no escribiría más canciones políticas o sobre religión; no obstante, se alejó de esto en el último disco con Ay, democracia, y hoy hemos visto que también volvió a armar esa lanza contra la Iglesia. «¿Cuánta culpa de esto tiene el juicio en el que se vio envuelto por el corto de Cómo cocinar un cristo?»
Javier Krahe no sonríe. “¿Culpa? Toda”, contesta llanamente. “Esta canción la hice expresamente por este asunto, me sentí obligado a hacerlo”. Continúa sin pausa afirmando que se vio envuelto en un asunto que ni por mucho él se esperaba, que estuvo tres años bajo libertad condicional, sin ni siquiera saberlo. Arremete contra el Centro Jurídico Santo Tomás Moro, afirmando que no comulgan la creencia que proclaman, que él conoce la religión mejor que ellos. “De pequeño me enseñaron el antiguo Padre nuestro donde se perdonaba a los deudores y más tarde el nuevo, donde se perdona a los que nos ofenden.”
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Se trata de una institución “repulsiva”, a su juicio. Vio en el foro de internet de esta asociación entradas como la de Cómo cocinar a la puta madre de Javier Krahe. “Además, pensaban cargarse de razón diciendo que por qué no hacía eso con Mahoma, que si esto fuera un país islámico ya estaría muerto, pero que aquí la ley no lo permitía, mostrando un sórdido y nada cristiano deseo de muerte”. Y comenta: «¿Qué me ha hecho a mí Mahoma? Además, ¿acaso hay imágenes de Mahoma para poder hacer algo similar?»
«¿No le pareció un juicio maniqueo de hace 50 años?» Dejo caer. “¿Cincuenta? ¿qué tal quinientos?” Propone. «Pero sin hogueras, gracias a Dios», añado. Se nota que está muy indignado con el asunto. Le comento que en esos días me interesé por ver que decía, al respecto, la prensa ultra centrista como La Razón o El Mundo y me sorprendió mucho que tras mostrar en los artículos una soslayada oposición a la absolución, estos periódicos se preocupaban por señalar sus siguientes actuaciones. Parecían invitar a asistir, cosa extraña, quizás no muy bien intencionada, puesto que nunca ha sido Javier Krahe de su interés. “Mira, yo todavía no he encontrado un locutor interesante en ese espectro mediático, ningún conservador inteligente”, añade todavía sin un atisbo de sonrisa. “ Además, si los lectores de La Razón no siguen mis conciertos. Recuerdo que hubo un grupo de personas que intentaron sabotearme dos años seguidos en Barcelona. Un grupo que rezaba un salmo en español, otro en catalán, cuando nunca se ha rezado en catalán. Yo pasaba por en medio y ni siquiera me conocían”.
El humor es mi defensa contra el mundo
Cambiando un poco de tercio, pasamos a hablar de su estilo, comenzando por los inicios ya que está por ahí escrito que empezó a escribir inspirado en George Brassens y en Leonard Cohen, pero Krahe corrige y dice que ya escribió alguna canción antes de conocerlos musicalmente.
Incido en el perfil triste o aburrido que normalmente se le achaca a los cantautores. “ Yo tengo un perfil angelical” suelta precediendo a una carcajada. Un perfil angelical y una perspectiva desde la sátira y el humor. «Siendo así, ¿son de su gusto autores pesimistas como Giacomo Leopardi o catastrofistas como Leopoldo M. Panero?» “Bueno… -piensa un poco- mis canciones me interesan desde el humor, tengo dos bajo otro prisma y no me interesan. Las de otros autores sí, pero las mías no. Por otro lado, me aburren las canciones protesta. Respecto a la poesía, sí, pero bueno, por ejemplo, Leopoldo M. Panero no me gusta mucho. Tiene algunos versos fulgurantes, pero en conjunto no me gusta. Tampoco me agradan otras cosas, como su postura, en la que todo vale. Sin embargo, sí que algunos poemas de su hermano Juan Luis, más estéticos, me gustan mucho.”
«¿Poetas más leídos?» “Garcilaso, Ángel González, Neruda, Kavafis, Gil de Biedma…. También leo algo de poesía actual, sobre todo de chicas. Me mandan una revista mensualmente de Getafe, debe haber mucha poesía por allí. Una revista de la Fundación José Hierro. Por cierto, también me gusta Pepe Hierro”.
«Volviendo a su perfil humorístico, ¿cree que es más fácil quejarse que arrostrar la vida con esa perspectiva cómica?» “Pues… no sé, a mi me sirve de defensa. El humor es mi defensa contra el mundo”. Pues mira que al parecer «algunos lo ven como un arma», le digo. “Sí, porque son unos ineptos; el humor es un escudo, yo no tengo armas. Las armas las tienen ellos”.
Y de haberse prodigado en otros caminos literarios, «¿hubiesen hecho falta otros recursos más allá del humor?» No vacila y contesta que no. No se ve ahora envuelto en otros géneros. “Elegí la canción porque sabía que tenía los recursos para hacerlo bien y me permitía hacer y decir lo que quería. Sin embargo, una novela es una montaña…. Bueno, de pequeño pensaba que escribiría novelas, que podía imaginar todo lo que quisiera, pero luego me parecieron una montaña demasiado grande. Además, si para colmo te sale una novela aburrida después de tanto tiempo invertido, qué fastidio…”
El hombre no se encuentra cómodo con el tiempo
Krahe decide ir al baño, tarda más 20 minutos en volver y lo hace para endilgarse un trago del jarabe para la tos. Entra por la puerta tosiendo cuando ya habíamos sobreentendido que por omisión nos invitaba a terminar la entrevista. «Sólo nos quedaban dos preguntas, pero si quiere lo dejamos aquí», le digo. “¡Ah! Pensaba que habíamos acabado. Perdonad pero es que soy muy disperso y hay mucha gente que me habla…”, comenta mientras alarga el brazo hacía su vaso.
«Quería preguntarle si sigue teniendo sed de eternidad». Javier Krahe calla un par de segundos, levanta la vista y se arranca: “Mira, hoy mismo he leído una pieza que me ha deslumbrado. Es de un autor Belga que dice que el hombre está incómodo con el tiempo. Siempre haciendo comentarios al respecto, lo que indica su incomodidad, porque nosotros vivimos inmersos en el tiempo. Y es que un pez nunca diría, ¡joder con el agua! ¡Cómo moja continuamente!, porque es su elemento. Entonces, el hombre no está en su elemento con el tiempo, puesto que el elemento del hombre es la eternidad, y está frustrado. Por lo tanto, hay una cosa irresoluble, no se puede hacer nada, el hombre está incómodo con el tiempo.”
Tras estas palabras, Fernando Anguita, contrabajista, se despide y se retira; nosotros deberíamos hacer lo mismo. Entra gente al camerino, pero queremos saber si tiene más discos a la vista, a lo que afirma que sí, que de hecho tiene ya canciones para uno nuevo, sólo le faltan las músicas para tres de ellas. «¿Para 2013?» “Pues sí, eso espero, lo que pasa es que el sello [18 chulos] que tenemos no tiene un duro. Yo creo firmemente que voy a grabar un disco, porque tengo canciones para hacerlo. Lo que no sé es cómo.
Finalmente dejamos las preguntas y tras apagar la grabadora indagamos brevemente en otras curiosidades, también anécdotas. Pocos minutos después agradecemos su disposición, la amabilidad mostrada y nos despedimos de Javier Krahe y de Javier López de Guereña, que estaba en el camerino, y volvemos al frío del invierno a altas horas de la madrugada buscando un lugar en el que ordenar las ideas y pensando que Javier Krahe tenía toda la razón: el exceso enseña cosas y también puede consumir.