Kafka en la máquina de café
Por 12 marzo 2012
Se define como romántica cualquier acción perpetrada por alguno de los empleados de la firma que esté destinada a un acto amoroso. Esta es la definición corporativa y en términos contractuales que tiene la multinacional para la que trabajan las dos protagonistas de Contraacciones. Desasosegante compañía que somete a sus asalariados a un seguimiento extenuante, un sometimiento que incluye la persecución de sus actividades privadas.
Procesos de selección surrealistas, como el de la obra de Jordi Galcerán ‘El método Grönholm’, o la contaminación de las relaciones laborales, retratadas en excelentes cintas españolas como ‘Smoking Room’ (2002), o ‘Bienvenidos a Farewell Gutmann’ (2008) son testigos de que el mundo del trabajo está cada vez más presente en el arte.
Con la producción de Javier Gutiérrez y la dirección de Pilar Massa (esperamos que en los ensayos no fuera igual de implacable con Goizalde Núñez que en la obra), Contraacciones propone, con elevadas dosis de sátira, que el ecosistema laboral falla. Y el hecho de que sean dos mujeres las protagonistas de la obra tampoco es casual.
El texto está construido a razón de sucesivas entrevistas, en las que el personaje de Pilar Massa, torpedea a base de preguntas de índole privada la línea de flotación de la estabilidad (y, al final, también de la cordura) de la comercial de la firma interpretada por Goizalde Núñez con la excusa de evaluar y cuantificar la relación que esta mantiene con Darren, otro empleado de la compañía.
La multinacional se convierte en un ente puramente kafkiano de la mano del dramaturgo Mike Bartlett. El Gran Hermano que no sólo lo ve todo, sino que además tiene todas las respuestas por adelantado.
Ejemplar la interpretación de Pilar Massa, que empleando la prosa de un formulario/solicitud consigue dar vida a una ejecutiva capaz de descuartizar los parámetros más escabrosos de la relación a examen. Y lo hace con la funcionalidad del mobiliario de oficina. Cabe plantearse si ella no es incluso más víctima que el personaje de Goizalde Núñez, pues ha sido despojada previamente de su humanidad.
La comercial de la compañía se verá obligada a decidir si será partícipe y cómplice en las acciones exigidas por la compañía, atentando contra su propia vida privada.
La iluminación, halógena y tenebrista, somera como el vestuario de las actrices y la dirección ajustada y sin efectismos, en una obra breve, en la que no sobra una línea de texto. Todo vale con el fin de mantener los márgenes de beneficios. Alabada sea la cifra de ventas.
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Entrevista con la directora: