Crónica del concierto de Lori Meyers en la Sala Q
Por 30 octubre 2010
Lori VS Meyers: la paradoja de Spotify
Que el último disco de los Lori no ha cumplido las expectativas de muchos de los que consagraron “Cronolánea” en un lugar primordial de su Playlist es un hecho. No hace falta nada más que leer cualquiera de las muchas críticas que sobre “Hasta que el destino nos alcance” pululan por internet -especialmente devastadoras la de la Baca Pop o Mundo Pop- para atestiguarlo. Que a pesar de ello tienen uno de los mejores directos de eso que llaman “panorama del pop nacional”, es otro hecho que quedó anoche demostrado durante las cerca de dos horas que duró su concierto en la Sala Q.Crónica: J. Guardia / Fotos: J.M. CamposPincha para seguir leyendo y ver más fotos
El Noni y sus chicos hicieron saltar y bailar a su entusiasmado público, al que en no pocas ocasiones le hicieron la pelota con ese gracejo a medias que es el granaíno y que servidor comparte con toda la honra y la mala follá del mundo. “¡Un aplauso pá este público, ohtia!”, pedía el líder de la banda hacia la mitad de una actuación en la que se intercalaron los temas del nuevo album con los grandes singles de sus otros tres trabajos. Por aquello del “darle vidilla”.
Y sí que se la dieron. Su Nuevos tiempos cortó la cinta inaugural de la noche, algo floja en los primeros temas hasta la llegada del primer ‘clásico’ (en realidad sólo es un niño de seis años), Tokyo ya no nos quiere. El estribillo de la canción inspirada en la novela del posmoderno -y posmaldito- Ray Loriga fue el primero que repitieron a coro las voces de los asistentes. Inmediatamente después los Lori siguieron apostando por el bueno conocido y ya terminaron de hipnotizar a su público para el resto de la noche haciendo juegos malabares con Luciérnagas y Mariposas. Una conquista que les valió la fidelidad de sus seguidores incluso en los momentos más bajos, que generalmente llegaban al interpretar los nuevos temas.
Con toda su elegante chulería, Noni empezó a fumarse el primer pitillo de la noche -una gira más a su ritmo de fumador y en el próximo disco podría hacerle los coros a Sabina– mientras dejaba que su partenaire de voz y guitarra, Alejandro Méndez, cantara un muy conseguido Explícame.
Tras tirar la colilla Noni volvió a protagonizar la noche con Sus nuevos zapatos, uno de los grandes éxitos de aquel segundo gran disco que fue “Hostal Pimodan”.
En el que fue el primer careo con su público, el líder de los Lori Meyers, sentado al teclado, mandó un sentido saludo a sus “grandes amigos” Maga y Pony Bravo. Se notaba que estaba en Sevilla, porque la gente recibió el gesto a los dos grupos con un fuerte aplauso que se fue extinguiendo al empezar a sonar Castillos de Naipes, una canción que recuerda más a Rafael -o al Bunbury Rafaelizado- que a Jota y al sonido Made in Granada más propio de los primeros trabajos del grupo.
Poco después dedicaron “a todas las féminas” de la sala su pegadiza Mujer Esponja, que nuevamente fue coreada por todos los presentes -féminas, no féminas y amebas inclasificables-, y Noni quiso rematar su faena de latin lover poco después con un juego de caderas a lo Elvis Presley en el pegadizo Corazón Elocuente.
Su nueva Rumba en Atmósfera Cero -que no fue precisamente el mejor momento del concierto- vino precedida por otro saludo, esta vez a Kiko Veneno, de quien recomendó su último disco, Dice la Gente. También mandó recuerdos, como quien no quiere la cosa, a los los Smash y hasta a Triana, aunque no sabremos la cara que habría puesto Jesús de la Rosa de estar en la primera fila.
Un correcto Dilema dio paso a la catarsis que supuso Luces de Neón, cuyas primeras notas volvieron histéricos a más de uno -féminas, no féminas y amebas- e hicieron retumbar la Sala Q hasta un rato después de que el grupo abandonara el escenario por primera vez en la noche.
Las palmas flamencas del público inspiraron el regreso del Noni, quien volvió a pelotear a los fans -a su manera- antes de sentarse nuevamente a las teclas e invitarlos a visitar las dependencias de su ya conocido Hostal Pimodán.
La crítica facilona que escupe la letra de Religión, uno de los últimos temas, no le quitó ningún mérito a la capacidad del grupo para volver locos a sus seguidores con un poderoso sonido que tiene algo que ver -pero no tanto, los maestros son los maestros- con los primeros Planetas y que supuso el segundo mejor momento del primer bis.
El primero lo marcó Mi realidad y sus ritmos espaciales, una de las pocas canciones de “Hasta que el destino nos alcance” que la gente -realmente- se sabía y que disfrutó casi tanto como con Luces de Neón.
El segundo bis fue más corto y empezó con una de esas manifestaciones expresivas de la mala follá granaína -la banda es de Loja, a unos 50 kilómetros de la capital, pero la tierra tira mucho-: “Ea, tocamos una más y nos vamos”. Y fue así como Noni volvió al principio de todo, Viaje de Estudios, sonidos eléctricos y muchos, muchos saltos.
El final, una rumbita que no lo era tanto: Alta Fidelidad. Un alarde de carisma del líder de los Lori sobre el escenario.
Todo el que le falta, en la humilde opinión del que suscribe, a los altavoces internos del ordenador que reproduce el ni fu ni fa de “Hasta que el destino nos alcance”.
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