Ahora Jekyll; ahora Hyde

Por Iram Martinez

Crónica Eutopía 09: Vetusta Morla, Elbicho y Love of Lesbian

Fotos: Iram Martínez y Thomas Esposito
Crónica: J.M. Campos

Los conciertos de Eutopía, reducidos este año a dos noches y ochos grupos, ofecieron dos rostros muy distintos en una y otra velada: una cara hermosa, inspiradora y pulcra, y otra llena de arrugas y cicatrices sanguinolentas. Después de que el año pasado visitaran Córdoba líderes consagrados como Calamaro, Bunbury, Amaral, Iván Ferreiro o Quique González, el festival tomó esta vez en su regazo a figuras emergentes de la escena española como Vetusta Morla, Love of Lesbian, Elbicho y Macaco, y otros más imprevisibles como los Zodiacs o We are Standard. ¿Qué suerte les deparó su música?

santi balmes, de love of lesbian, en eutopia 09

El viernes se presentó el Doctor Jekyll en el Pabellón de Deportes de Vista Alegre, con sus buenas maneras y su discurso variado pero coherente (indie, rock, funk y electrónica). E hizo que lo pasaramos de vicio. Lamentablemente, y pedimos disculpas por ello, llegamos tarde al concierto de The Right Ons, aunque por lo que supimos dejaron su impronta como la gran banda de rock and soul que son.

De modo que nuestro festival particular comenzó con los Love of Lesbian: amigos del romanticismo imposible, navegantes de universos infinitos, sinvergüenzas sin remedio. Se nos hizo tan corto… nos quedamos con ganas de más temazos (además de las muy aplaudidas ‘1999’, ‘Club de fans de John Boy’, ‘Me amo’ o ‘Houston tenemos un poema’). Pero hubo tiempo para meterse con Bisbal, disfrazarse de astronautas y cultivar el absurdo con la noventera ‘El ritmo de la noche’. Y cómo no resaltar ‘Incendios de nieve’, la mejor canción de amor de este año para quien escribe, aunque sea el amor marciano que predican estos barceloneses.

Les siguieron Vetusta Morla y la histeria del fan se propagó sin cura posible. Después de pasear su trabajo por decenas de discográficas, obligados a producir su primer y único álbum, arrasan entre el público y la crítica. ¿Por qué? Pues suponemos que habrá muchas razones, pero es probale que la principal sea que ‘Un día en el mundo’ es un discazo en cuanto a su envoltura, sus letras y su sensibilidad musical.

De forma que su actuación (con Pucho al frente, ese hombrecillo de voz atómica que toca la guitarra sin guitarra) volvió a ser memorable. Para romper un poco el guión, presentaron nuevas canciones (como ‘Maldita dulzura’) y no acabaron el concierto con la alegría de ‘Sharabbey Road’ sino con la impetuosidad de ‘La cuadratura del círculo’. ¿Qué más da, después de vibrar con composiciones tan redondas como ‘Valiente’, ‘Copenhage’ o ‘Autocrítica’?

We are Standard eran la interrogación en el programa. Desprestigiados por las formas de su cantante, Deu Txakartegi, pero avalados por su trayectoria (desde que se llamaban únicamente «Standard», antes de cambiar de nombre por un conflicto con un grupo americano) tardaron no más de treinta segundos en inundar el pabellón de un irresistible rock funk de tintes electrónicos, convirtiendo el recinto en una enorme discoteca. ‘The first girl who got a kiss’, ‘Don´t give up’ y ‘On the floor’, ordenaron movimientos compulsivos a nuestros cuerpos.

En resumen: una estupenda noche de música inapelable.


… Pero el sábado llegó Hyde a Córdoba. Primero en forma de una organización bastante desorganizada. Dos errores cruciales: esperar que los aficionados acérrimos de los cabezas de cartel casaran con los ritmos rockeros de Zodiacs y The Freeks; y abrir la noche con Elbicho, dejando a la mitad del público sin escucharlos o escuchándolos a medias, y la otra mitad demasiado frío como para disfrutar de ellos plenamente. Incomprensible.

A pesar del entumecimiento general, los espectadores pudieron vivir un nuevo episodio del espectáculo Miguel Campello. Un personaje andrógino en el escenario, capaz de dar seis saltos mortales invertidos consecutivamente y de cantar con una garganta que también es corazón. Elbicho suena inconfundible porque tiene flamenco, tiene rumba, tiene rock, y hasta sonidos magrebíes. Pero sobretodo tiene sangre. Y el orden del cartel no les dejó mostrarla con toda su intensidad, a pesar de su alianza final con Strela do Sul y su batukada.

Los Zodiacs, teloneros en la última gira de Fito y Fitipaldis, lo intentaron con todo lo que tenían. Pero enfrente tenían más enemigos que amistades. Cada vez que arrancaban su sencilla maquinaria, de guitarra, bajo y batería, una verdad se les estampaba en la cara: quien idolatra a Elbicho y/o Macaco pasa olímpicamente del rock garage.

Ahora toca encender la mecha. Que me perdonen todas y cada una de las cientas de personas que coreraron, agasajaron y casi enloquecieron de júbilo el sábado con Macaco, pero aquí termina la parte objetiva. Mi opinión no concuerda con la de todos ellos. Ni de lejos.

Contemplando aquella escena no podía dejar de sentirme como el defensor de los animales que, ante los estocazos de un matador, observa a la multitud desatándose en vítores y pañuelos blancos desde la grada.


Macaco trata de erigirse en figura de un movimiento musicosocial, basado en la libertad, la igualdad y la comunicación. Por eso repite una y otra vez el mensaje (que si no importa el color del que seas, que si no dejemos que nos vendan la moto… ¿cuál, la tuya?). Yo sólo veo en él un exceso de pose y unas letras manidas hasta la saciedad. ¿Cuánto love, love, love queda por escucharle? ¿cuánta mama tierra? ¿cuánto estribillo facilón?

El colmo, calificar ‘Con la mano levantá’ como un himno. Asombroso.

Después del espectáculo del monkey man (como él mismo se definió), el público se marchó en estampida. Sólo quedaron una treintena de personas dándole una oportunidad a The Freeks, abuelos estruendorosos que sonaban a heavy americano de los 70.

Su «ensayo» puso un agridulce final a este festival, que pasó del esplendor de un joven y brillante científico a convertirse en un monstruo envenanado por sí mismo.

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