Si tú, si yo; sí, él

Por J.M. Campos

Crónica: Muchachito Bombo Infierno en la Sala Q de Sevilla

Fotografía: Iram Martínez / Crónica: J.M. Campos


Ayer abordó en Sevilla uno de esos animadores de la escena musical española que, como Los Delinqüentes o La Excepción, han sabido poner una sonrisa entre tanto pesimismo y aburrimiento generalizado, a golpe de rumba, funky y unas gotas de blues y swing. Durante un par de horas en la Sala Q no hubo crisis económica, ni fin de mes, ni conflictos sociales, religiosos o ideológicos. Sólo hubo tiempo para bailar. Bailar con Muchachito Bombo Infierno.

Introduzcámonos en la escena: Muchachito capitanea el timón (guitarra española y bombo atado al pie) de un mercante tripulado por una fiel compañía bajo la denominación de Bombo Infierno, con la sección de vientos a babor (saxos, trompetas y trombón) y la percusión y los teclados a estribor, sin olvidar al contramaestre (contrabajo) situado al lado del capitán. Y al fondo de la cubierta, Santos, el artista del grupo, dibuja con su catalejo (brocha) el lienzo del paisaje.

El grupo nos da la bienvenida con ‘El Compadre’, ‘La mala suerte’ y ‘Conversaciones incompatibles’. Muchachito abraza su guitarra al estilo de Peret, en alto, y hace gala de su asombrosa voz partida por la mitad. El ritmo es del todo apresurado, las caderas se agitan en un bailoteo sin lugar para la pausa. «Nada que me importe más, que no estar en tu ombligo una vez más…».

A la quinta canción (‘Mambo 13’) me doy cuenta de que mi corazón ya late a 200 pulsaciones por minuto. Aunque el cantante amenaza una y otra vez con una lenta, cada tema recorre la sala como un relámpago. En ese instante sospecho una posible conspiración entre la banda y el sindicato de cardiólogos para forrarse los bolsillos.

Aparco mis teorías conspiratorias para dejarme llevar con ‘Si tú, si yo’: «Si tú no fueras tan americano yo tampoco sería tan ruso. Y aquí estamos los dos en el hospital escayolados…».

Campechano, sinvergüenza y cercano, Muchachito dialoga con el público y le pregunta sus preferencias, aunque finalmente no haga mucho caso a las peticiones. «Estamos haciendo un playback estupendo, ¿eh? Con fallos y todo». Y de repente vuelve a arañar su instrumento mientras me pregunto como no se destroza los dedos.

Santos, el pintor, deja la brocha para cantar al final de ‘Carreta Sideral’ con un tono parecido al de Raimundo Amador. La gente se viene arriba.

En ocasiones su música se asemeja a la banda sonora de una película policíaca, con persecuciones a toda pastilla de alargados coches a través de calles estrechas y prominentes. Cierro los ojos con ‘Paquito Tarantino’ y me imagino a un patilludo Samuel L. Jackson peinado a lo afro dando volantazos (y con el maletero lleno de billetes de 100 dólares), seguido de un coche patrulla por las avenidas de San Francisco.

Una pareja delante de nuestra posición me recalca la sensualidad del sonido Bombo Infierno con un refregón continuo. Pienso que en cualquier momento van a arrancarse la ropa y abandonarse por completo al frenesí.

Como remedio a su breve discografía, tiran de repertorio infalible con su versión de ‘Sin documentos’ de Los Rodríguez, para continuar más tarde con el poema ‘Palabras para Julia‘ de Goytisolo que ya cantaran Los Suaves y la ‘Mala vida‘ de Mano Negra.

Echamos de menos un poco al Langui y al Gitano Antón (La Excepción) en la canción de ‘Ruido’ y a Marina (de Ojos de Brujo) en ‘Eima’, pero la parranda no decae lo más mínimo.

El público se convierte en protagonista coreando las improvisaciones de Muchachito, que sigue con su show. «La letra es brutal», proclama tras tocar una instrumental. Saltamos al unísono con ‘Será mejor‘ y explotamos definitivamente con el exitazo de ‘Siempre que quiera’ elevando el grito de guerra de «¡Ojalá no te hubiera conocido nunca!».

Visto lo visto, presagiábamos varias sorpresas agradables que acabaron por llegar: la canción principal de El libro de la Selva («Dubidú, quiero ser como tú…»); un ‘I belong to you’ de Lenny Kravitz de lo más espanglish («Los de Santa Coloma sabemos idiomas», presentó); el clásico ‘Tu vuo fa l’americano‘, un trocito de ‘Gitana‘ («Gitana, gitana, tu pelo tu pelo, tu cara tu cara…»); e incluso la popular ‘Dos gardenias’, iniciada por Santos y proseguida por Muchachito tras una nueva ovación.

Lanzada la ofensiva definitiva con ‘Sin Vigilancia’, ‘Pónganlo fácil’ y ‘Me tienes frito’ («te necesito») la banda se despide paseando por el Polígono tocando ‘115’, con el público llevando sus manos al aire. Muchachito, ese primo que todos querríamos tener para alegrarnos la cena de Navidad, se despide quitándose el sombrero y bailando con sus músicos a ritmo de un clásico rock and roll.

El lienzo pintado por Santos, amparado por el número trece en rojo, ya está terminado. La música frenética cesa. Las luces se apagan. Qué bien voy a dormir esta noche.

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