Antonio Orejudo y sus Fabulosas narraciones por historias

Por J. Guardia

O COMO DE PATEAR EL CULO DE LOS PROGRE

Antonio M.Jimenez/ revistawego@gmail.com

Para el arriba firmante, uno de los mejores exponentes de la literatura española de los últimos años. Con Narraciones fabulosas por historias su autor, el madrileño/almeriense Antonio Orejudo, quiso patear «el culo de los gustos literarios» de la generación anterior a la suya, «la de Felipe González y aquellos progres que vivieron el Mayo del 68 francés».

Así lo manifestó este profesor de Lengua y Literatura en una entrevista que tuve la oportunidad de hacerle hace unos meses y durante la cuál reconoció haberse sentido «decepcionado» con la actuación política de esa generación, de la que decidió vengarse «pateando el único culo» que conoce bien: el literario.

Narraciones fabulosas por historias (Tusquets) retrata, en tono humorístico, al filósofo José Ortega y Gasset como el jefe de una banda de mafiosos y asesinos que utilizan la Residencia de Estudiantes de Madrid como un instrumento para fabricar lo que se ha conocido como Generación del 27.

Por la novela circulan muchos de los intelectuales y artistas que hoy en día llenan las páginas de los libros de la historia de la literatura española del siglo XX, entre los que destacan, además de Ortega y Gasset, Federico García Lorca, Juan Ramón Jiménez o Miguel de Unamuno, y todos ellos son «desacralizados» de forma humorística en la novela.

«No he querido atacar a estos escritores, aunque por otra parte algunos de ellos me resultan antipáticos, sino más bien a todos sus defensores incondicionales y a sus iglesias», dice Orejudo, para quien es necesario «tratar al escritor de tú a tú si se quiere disfrutar de la lectura».

En este sentido, considera que el acto de leer es el más libre que existe, ya que el lector «es el rey, si no le gusta lo que está leyendo puede tirar el libro a la basura con toda tranquilidad», pero «si se mira al escritor hacia arriba estamos obligados a que nos guste lo que hace».

La novela cuenta la historia de tres amigos internos en la Residencia de Estudiantes de Madrid, muy popular en los años 20 y fundada por un grupo de intelectuales de la época con la intención de regenerar culturalmente España.

El tuerto Martiniano -sobrino de Azorín y víctima de sus malos tratos y torturas- y Santos, obsesionado sexualmente con las mujeres maduras, intentarán ayudar a su amigo Patricio a publicar una novela que ningún escritor de renombre quiere prologar.

A través de esta odisea los tres personajes recorrerán el Madrid «desenfadado» de los felices años 20, que Orejudo comparó con el Madrid de los ochenta, caracterizado por «un optimismo que no había sido todavía defraudado por los acontecimientos políticos».

En la novela «hay bastante documentación histórica, bastante documentación histórica retocada, bastante documentación histórica inventada y sobre todo, bastantes mentiras», garantiza el escritor, quien destaca la «inescrutable combinación entre la ficción y la realidad».

Orejudo opina que este fenómeno literario es «muy propio de nuestro momento histórico», ya que «la enorme cantidad de información a la que tenemos acceso hace del hombre un ser cada vez más confundido y perplejo».

En este sentido, «Fabulosas narraciones por historias» presenta, junto a la voz clásica de un narrador en tercera persona, fragmentos de supuestas obras literarias, recortes de periódicos y folletines o reproducciones de cartas.

En cuanto al tono humorístico que utiliza en la novela, Orejudo explica que no concibe la vida ni la literatura sin humor, el cuál, «junto con la claridad expositiva, es la mayor manifestación de la inteligencia humana».
«En España el humor literario tiene mala prensa, algo paradójico en la tierra de Don Quijote, la Celestina o El libro del buen amor», opinó.

Fabulosas narraciones por historias fue publicada hace once años por la editorial Lengua de Trapo, si bien su autor ha vuelto a explotar con Tusquets los derechos de la obra, ya que, según dice, «no ha realizado todo el recorrido que debe».