Sevilla, año 1000

Por Thomas Esposito

Thomas Esposito/ revistawego@gmail.com

escudero poniendo el yelmo a un caballeroQuien pasó por los jardines del Prado entre el juéves y el domingo habrá tenido la sensación de viajar en el tiempo. Bufones, caballeros, artesanos y malabaristas poblaban este parque del centro de Sevilla, convertido por un fin de semana en un bosque de Sherwood. El IV Mercado Medieval ha traído a Sevilla mercaderes y trovadores de toda Europa, que con sus mercancías y la habilidad de sus brazos y de sus palabras han encantado un público cada día más numeroso.

Visita NUESTRA GALERIA DE FOTOS del mercado medieval en Flickr

En los cuatros días de Mercado no ha faltado de nada. Las tabernas enseñaban sus parrillas cubiertas de chuletas, salchicas y pinchos gigantes, mientras los mercaderes mostraban sus productos artesanos y sus mercancías exóticas.

Sin embargo la gran atracción del Mercado han sido los numerosos espectáculos que han entretenido grandes y pequeños. Los padres han tenido que esforzarse para convencer los niños a abandonar su asiento en primera fila en el gran Torneo de caballería que ha visto ganador Wolfgang de Alemania y el mismo problema han tenido las mujeres para llevar a sus maridos lejos del escenario donde una bella bailarina arabe enseñaba su danza del vientre. Gran éxito han tenido también las actuaciones del grupo de teatro, las actuaciones músicales y las veintes aves rapaces expuestas en la tienda central: águilas, buhos, halcones y buitres de todo tipo.

el caballero belisario de Constantinopla se prepara al ataque

¡WEGO! también ha viajado en el tiempo y ha estado allí, disfrutando de ese clima y hablando con quien de esas fiestas vive todo el año. Comerciantes, actores, artesanos, malabaristas e incluso deportistas, que han hecho de la pasión por las artes y por las tradicciones medievales, su vida. Se dedican a viajar por las varias ferias medievales de España y Europa, vendiendo su obra o enseñando su arte. Los primeros normalmente pagan una cuota para participar a esas ferias; a los segundos al revés se les suele pagar para que participen y animen la fiesta. Su trabajo consiste principalmente en actuar, sean actores, animadores, profesionales de la esgrima o caballeros, y para eso se les paga. Luego estan los malabaristas, que no pagan ni se les paga para participar, y que ganan su sueldo a la vieja manera, mucho trabajo, ironía y gorro en la mano. Una gran variedad de profesionales de la rievocación historica, a los que a veces se suman los ‘normales’ comerciantes y artesanos que podemos encontrar en qualquier feria. Su presencia es un indicador de la calidad de la feria. Teniendo que viajar para trabajar, los profesionales de la Edad Media suelen elegir entre varias ferias y así terminan por determinar indirectamente el valor de ellas. Donde no hay bastantes profesionales, los organizadores llaman a normales feriantes para llenar los puestos establecidos.

En Sevilla hemos conocido por ejemplo a los posaderos del Quiosco Portugués, una pareja de Lisboa que se dedica a recorrer la península iberíca con un autocaravana remolcando a su castillo-bar que luego instalan en las ferias. Producen licores de manera artesanal pero sobre todo venden vinos de Portugal. Su quiosco, construido por ellos mismos, es una atracción de por sí. «Cuando en la carretera la gente ve nuestro remolque nos reconocen en seguida y nos pitan para saludarnos» nos han contado los dos posaderos. Su peculiaridad es el atractivo de su quiosco y de sus trajes, totalmente fieles al contexto historico evocado. «La semana que viene estamos invitados a una feria romana – nos cuentan – y ya tenemos preparados otros trajes al estilo romano».