El último baile de La vida moderna: que vuelva el panki
Por 29 junio 2022
El fin de semana del 18 de junio de 2022 algo raro flotaba en el ambiente. Una película de Jonás Trueba que dura apenas una hora se había colado entre las 10 más taquilleras el viernes anterior. El PP estaba a punto de ganar con mayoría absoluta en Andalucía. En el Parque Tierno Galván la despedida de La Vida Moderna había juntado unos 6000 moderdonios dedicados al consumo de alcohol en grandes cantidades, los comentarios sobre el reciente ascenso a Segunda del Racing de Santander o jugar al rol. Una rápida, antes de que salga Ignatius.

La despedida de La vida moderna, con formato de concierto y en el contexto del Madrid Escena, consistió en un repaso de los grandes éxito del trío, más alguna sorpresa y auto homenaje de rigor, cargado de una atmósfera de irrealidad y con un público repleto de fans fatales entregados a la causa y a la cerveza (aunque hubiese un grifo estropeado en los puestos).
Monólogo de Broncano con mala leche de verdad, no como en La Resistencia, la mochillo, el pollito de Troya en su luchada definitiva, Quequé reivindicando la moda facha y las faltadas gratuitas vía redes… Lo habitual, incluida la prohibición de grabar el número para no quemarlo vía redes, aunque ellos mismos bromearon con la irrelevancia de esto último, ya que en el formato en que se vió en el Tierno Galván no se volverá a repetir.

Así que en este caso, la reseña tampoco tiene mucho sentido, porque la labor de explicar al lector potencial lo que se encontraría en caso de acudir a otro espectáculo de la banda para que decida si le cunde aflojar el precio en plena escalada de la inflación se pierde. No queda más que la despedida poética. La valoración del último baile. El tentáculo de Shiva que señala el fin de la comedia. Etcétera.
Con La vida moderna se despide un ciclo político y humorístico, háganme caso. Hace ocho años tenía sentido referirse a Broncano como “el millennial” en el sentido de jovenzuelo, ahora sonaría a broma de padre (o del Rancius). Lo mismo que llamar antisistema o underground a un tipo que conduce uno de los programas estrella de la mismísima Movistar Plus+ y donde, aunque les pregunte intimidades presuntamente provocadoras, nunca lleva a nadie que no esté de promo.
En Buenismo Bien, uno de los programas que se instituyen herederos rebajados con agua de La vida moderna, le comentaban a Ignatius en una entrevista el lunes de resaca de la actuación que ahora nos ocupa que su paso al mainstream era tan acusado que hasta la revista ¡Hola! Informaba de su estado de salud.
La cuestión. Cuando este trío calavera estrenó el formato, como ellos mismos recordaron, Pablo Iglesias era un tertuliano faltoso de Intereconomía, mientras que en su última actuación le sacaban chistes a su fugaz vicepresidencia del Gobierno. Entonces el populismo en España rompía por la izquierda, o algo así, y en la despedida del último baile Quequé poco menos que venía a pedir que en Andalucía pasase, como lo menos malo, lo que finalmente ocurrió: un gobierno del PP en mayoría absoluta. Quién iba a decir que un “¡Mariano, te echamos de menos!” no sonaría tan a broma a estas alturas.

La vida moderna se marchó y es un aviso a todos los que creímos que siempre seríamos jóvenes y locos. El futuro ya no es lo que era, es imposible ser por siempre el más moderno y nos llama la contraria, que ya está bien la broma, mañana madrugamos, hay que ir al Mercadona. Por si acaso lo repite en algún otro de sus números no explicaremos como escenificó Ignatius ese ciclo de la vida inevitable, bástenos decir que Pollito de Troya, aparentemente, no volverá a los escenarios. Con un poco de suerte pollita tampoco.
En tiempos de buenismos y chicles estirados, aunque está claro que todo ha de caducar, esperemos que reste la lección final: no todo tiene que ser higiénico e impoluto. El panki es de los que no tienen nada que perder y ni siquiera pueden ser absorbidos por el maldito mainstream para ser convertidos en antiguonios. LARGA VIDA a LA VIDA MODERNA
Fotografías de Iram Martínez