Beach House, Spiritualized y Deerhunter: el Tomavistas, mas internacional que nunca

Por Revista Wego

En su quinto cumpleaños, el Tomavistas deja claro que se trata del festival más agradable de la escena madrileña. Pese a las bajas temperaturas que sorprendieron a los menos prudentes, pocos eventos se comparan con el agradecido entorno del parque Enrique Tierno Galván, su ubicación céntrica y el buen gusto de contar con cerveza La Virgen. Por si fuera poco, ceden parte de sus beneficios a la ONG Reforesta.

Pero la culpa de su éxito (este año se ha superado ampliamente la asistencia de los anteriores) no la tiene solo el enclave: en un lustro, este festival organizado se consolida como un referente del panorama indie menos mainstream y más internacional. Prueba de ello son sus cabezas de cartel: Beach House, Spiritualized, Deerhunter o Cigarettes after Sex.

Aunque su proyección global no le impide erigirse también como potente escaparate para el «indie español, indie español», que cantan las madrileñas Las Odio, que se estrenaron en este festival hace dos años, y que llenaron relativamente el segundo escenario pese a que su turno llegó cuando aún pegaba el sol. En el tercer ambiente, novedad de este año, las tablas eran proporcionales a los grupos que se anunciaban con letras pequeñas, pero acogió algunas de las grandes sorpresas del fin de semana. Por aquí pasaron bandas como Los Estanques, un grupo inclasificable que resultó más rockero y psicodélico en directo que en el disco; o el jerezano Bronquio, que tras producir el último disco de Kiko Veneno, asombró con una sesión apabullante con temas propios y ajenos. No le pierdas la pista a este joven talento.

“¡Un, dos, un, dos, tres y…!”

El foro principal lo abrió Angel Stanich, con una notable puesta en escena. La banda española ha conseguido con solo dos discos hacer que el público coree varios hits. Hay quien dice que cogerá el testigo de la nueva generación de cantautores, que les siguen los pasos a Nacho Vegas o Quique Gonzalez. Por su parte, Triangulo de Amor Bizarro, se han convertido con su tercera actuación en cinco ediciones en buque insignia del festival. Divertidos y cañeros, cosecharon aplausos también entre canción y canción: “Hace tiempo que no salíamos de la cueva y nos gusta que la Tierra sigue siendo redonda, España no es un país de fascistas y las mujeres cortan el bacalao. Vamos a hacer ruido para celebrarlo”. (Hay que recordar que esto lo gritaban dos días antes de las elecciones).

Otro directo que superó expectativas fue el de Cala Vento. Con Balanceo, su tercer disco en solo cuatro años, parece que han ampliado sus referencias estilísticas, alejándose algo más de Nueva Vulcano y sonando cada vez más auténticos. Les tomaron el relevo los psicodélicos Wooden Shjips, una de las apuestas más discretas, que no obstante, se regalaron un conciertazo con un sonido impecable.

Conforme se acercaba el punto álgido de la noche, las pequeñas carencias organizativas se hacían más evidentes: faltan luces en los baños, camareros en las barras, y un aforo que, tras algunas ediciones más holgadas, está ya (por fin) al límite. Quizá valdría la pena plantearse ampliarlo para 2020.

Sonido en blanco y negro

Y aunque quizá no es lo habitual en un festival, pasadas las 11 de la noche, se hizo el silencio. Al menos en el público y en el viento, que pareció dar una tregua cuando aparecieron Cigarettes after sex, totalmente vestidos de negro. Había dudas respecto a cómo funcionaría una propuesta tan calmada, pero afortunadamente, el sonido exquisito y unas proyecciones y luces que creaban un ambiente idílico, consiguieron la entrega del público. Desde sus letras a su puesta en escena son de una sobriedad rotunda, y de hecho, las imágenes son en un estricto blanco y negro a petición de la banda.

“We are so happy to be with you”, abrieron Beach House, que se aprovechaba del ambiente de trance propiciado por sus predecesores. Los cabezas de cartel del viernes no defraudaron: siempre en penumbra, sin dejar ver sus caras y acompañados de luces crepusculares, dieron un concierto impecable, repasando hits de toda su carrera, en la que el público agradeció especialmente Myth. “Qué bonito”, se repetía el comentario entre susurros. Difícil describirlo mejor.

El fin de fiesta, por el contrario, fue dedicado a aquellos que querían darlo todo en la pista de baile: Digitalism mezclaron temas propios con un set de canciones conocidas que cerró la jornada a la perfección. Pero para los que se quedaron con ganas de más, las puertas abrieron nuevamente a las 13:oo, de la mano de Cariño y Soleá Morente con Napoleón Solo. En el escenario secundario también destacó Cass McCombs, que acertó centrando su repertorio en sus dos último discos, y Morgan, una propuesta algo menos personal pero agradable, arropados por una audiencia numerosa.

“Uno de los payasos”

Otro nombre con séquito de incondicionables son los Carolina Durante. A sus seguidores no pareció importarles que fueran los que peor sonaron en el escenario grande y se entregaron bailando y haciendo pogo al ritmo de letras divertidas e infantiles, que hablan de emancipación, padres, y redes sociales, y llegan a su punto álgido con Cayetano o Perdona (Ahora Sí Que Sí). “De niño me asustaban los payasos ahora siento ser uno de ellos”, cantaban antes de despedirse dando las gracias al Tomavistas por “hacer un festival diferente”.

Además de no ser las voces más afinadas de la noche, Hinds tampoco exhibieron un gran sonido: si en algo ganaron fue en espectáculo y en entusiasmo y no tanto en su dominio del inglés: “Me he inventado esta canción y no os habéis dado cuenta”, gritaba la cantante. La gente, sin embargo, disfrutó igual.

‘Navegar a través’

El gran momento lo trajeron las notas celestiales de Spiritualized. La banda liderada por Jason Pierce se acompañó de una banda multitudinaria y cantantes de gospel, centrando su repertorio en su último álbum, And Nothing Hurt. De fondo, carteles en morse con los títulos de sus canciones, desde Sail on through a On the sunshine.

“Buscaba la paz, pero tenia el brazo levantado el constructor de pantanos”. Después de la ligereza de Carolina Durante se agradece algo de reivindicación en las letras, y esa fue una de las aportaciones de Mucho, con un concierto cañero y muy personal en el que la electrónica se mezcla con guitarra, bajo y batería. Les siguieron Deerhunter: la banda de Bradford Cox supuso uno de los platos fuertes de la noche, que sigue apostando por sus directos recuperando, esta vez, temas de toda su carrera.

El broche bailongo lo pusieron Joe Crepúsculo y Friendly Fires, consiguiendo que tanto escenario principal como el pequeño se quedaran cortos. Quizá porque la gente no dejaba de moverse.