«The Bigott Show» llegó a Sala X

Por Salvi Nuñez

The Bigott Show”, esa era la leyenda que se leía en la lona que colgaba justo detrás del escenario, también en el parche externo de la batería. Porque la noche, cómo todos los que estábamos allí sabíamos, tenía mucho de performance surrealista y Bigott se encargó de hacérnoslo saber incluso antes de enchufar su guitarra, saliendo a bailar ataviado con una capa dorada y gorra imposible, sacando morritos y deleitando a sus fieles con poses de superhéroe afeminado.

No te lo puedes pasar mal en un concierto del zaragozano, el personaje es tan extraño como recurrente pero afortunadamente  su música  no siempre casa con la imagen de adolescente trasnochado, ya que Borja Laudo sabe hacer buenas canciones y de muy distinta factura, aunque últimamente parezca más seducido por  la inmediatez a la hora de componer nuevo material.

A pesar de comenzar con “She is my man” y no tardar mucho en regalarnos  “Dead mum walkimg”, dos de sus clásicos más longevos, Bigott decidió revisar durante casi toda la noche las canciones de sus tres últimos trabajos en un formato clásico de guitarras, bajo, batería y algún que otro teclado.

Fueron cayendo en cascada trallazos de poco más de dos minutos, tanto de “Pavement Tree” como de “My Friends are dead”, destacando entre otras la frescura de “Will anything happen” o la siempre celebrada “Baby Lemonade”. Ritmos sencillos y rasgueos de guitarras ideales para que el público balanceara sus caderas  con una sonrisa de  complacencia en la cara.

Entre canción y canción las habituales celebraciones y chascarrillos del artista aragonés, hasta que llegó el turno de ponerse algo más serios con “Even if you don`t know why”, con  Clara Carnicer al micrófono. Un tema que encabezó la clásica bajada de revoluciones a mitad del concierto, donde aparecieron los medios tiempos y todos, artistas y público se ponen, o al menos lo intentan,  algo más introspectivos. Tras este pequeño paréntesis llegó la hora de presentar el nuevo disco, cosa que  hicieron casi en su totalidad en no más de quince minutos,  acelerando de nuevo, mostrándonos que “Don´t stop the dance” mejora en directo o que “Strangers by the Wall” o “Dont Know why” funcionan a la perfección y ponen a bailar al  personal automáticamente. En esta recta final se coló la imprescindible” Cannibal Dinner”, terminando el concierto con una versión surf del “Poupee de cire, Poupee de son” de France Gall, artista ye-yé que ganó el festival de Eurovisión con dicho tema en el año 65. Las cosas de Bigott.

El concierto, como no podía ser de otra manera, destacó por su sencillez y abundancia de buen rollo, de hecho no estuvo nada mal para ser el “Show de Bigott”. Personalmente me hacen gracia  sus payasadas, que todos nos riamos y que cante sus canciones, pero es indudable que en este formato más austero, y en relación con su extensa banda de hace unos años,  la propuesta musical pierde matices y una profundidad  que quizás lo hacían diferenciarse del resto, como si antes no supiéramos muy bien si sus directos sonaban más a ritmos caribeños, a samba, a folk o a psicodelia, y ahora resultara sencillo etiquetarlos como cuatro tipos de guitarras resultonas y melodías pegadizas.

En definitiva es Bigott y hay que quererlo, si le dijeras en persona que prefieres su lado barroco antes que los discos de 20 minutos  él se ladearía la gorra, se pondría bizco y te sacaría la lengua con gesto cariñoso. Y ante eso no puedes hacer nada.

Fotografías: Sara Peña | Texto: Salvador Núñez
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