Así lo reflejan los textos y ahí están porque… ‘Así es, si así fue’.

Por Elena Viña Quintero

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Verónica Forqué, José Manuel Seda, Juan Fernández (al que José Luis Patiño sustituye en algunas funciones) y Joaquín Notario protagonizan este espectáculo dirigido por Laila Ripoll, con la dramaturgia de Juan Asperilla y producido por Andrea D’Odorico.

Así es, si así fue (España: de los Trastámara a los Austrias) es una obra que sorprende por sus peculiaridades. Los actores encarnan a más de 30 personajes para hacer un recorrido histórico por los hechos ocurridos en España en los siglos XV y XVI –a través de textos de la tradición culta y popular-.

La propuesta escénica es sencilla pero poco común: el espectáculo está planteado como una lectura dramatizada en la que, en determinadas ocasiones, los actores abandonan los atriles, son poseídos por los personajes y dramatizan aquello que están contando. El inicio es precioso, pues entran en escena presentándose como cómicos y pidiendo al auditorio perdón por las muchas faltas que pudieren cometer. Un precioso guiño a los juglares y un recuerdo del juego metateatral que se llevaba a cabo en el teatro del Siglo de Oro.

Esta función, como he comentado anteriormente, es un recorrido histórico que abarca el tiempo de Juan II, Enrique IV, el conflicto dado entre Juana La Beltraneja e Isabel La Católica, el reinado de los Reyes Católicos, el descubrimiento del Nuevo Mundo, Carlos V. Destacan además otros aspectos de la sociedad como la expulsión de los judíos o la situación de los moriscos –destacando una preciosa recreación de una boda sefardí-. Hay asimismo un pequeño espacio dedicado a los versos de Sta. Teresa, Fray Luis de León, Juan de Mena y Jorge Manrique –con cuyas Coplas a la muerte de su padre comienza la función y de la que extraemos el mensaje de que la muerte nos llega a todo el mundo por igual-, entre otras muchas personalidades.

‘Cuánta gente, cuántos nombres, cuántos hechos’ pensarán, ¿verdad? Pues sí, pero no deben preocuparse, ya que durante toda la función van proyectando en la parte superior los episodios que cuentan o quién está hablando en ese momento. Por tanto, aunque no nos sepamos al pie de la letra la Historia (e historia) no perdemos el hilo en ningún momento.

Encontramos en la voz de los actores textos conocidos por todos y testimonios desconocidos para muchos. Es un espectáculo para el disfrute y el deleite del espectador pero no hay que olvidar que este tipo de teatro también pretende mostrar la Historia, con sus luces y sombras, para enseñar que el poder corrompe, que la intolerancia con grupos de nuestro entorno sigue existiendo tras siglos… y que no hemos cambiado aunque tantos siglos hayan pasado.

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No faltan voces que se alcen de esos textos y tampoco faltan reacciones, pues los músicos Marcos León y Rodrigo Muñoz actúan como ciudadanos, además de tocar instrumentos antiguos para mantener la atmósfera de la época. Tenemos a Juan Fernández quien encarna a Álvaro de Luna –valido de Juan II- o a Bartolomé de las Casas, sobrecogiéndonos con el relato de las torturas que los cristianos realizaron a las gentes que habitaban América. En la figura de José Manuel Seda se dan cita otros muchos personajes, como Fernando El Católico, marido de Isabel.

A Joaquín Notario tampoco le tiembla la voz y no duda un momento cuando de ser Fray Luis de León o el Marqués de Santillana –con El lamento de España-, entre otros, se trata. Magníficos todos y magnífica también Verónica Forqué, a través de la cual aparecen en escena multitud de personajes femeninos: Santa Teresa, Isabel La Católica o también Juana La Beltraneja –con un profundo y sentido monólogo-.

Respecto al vestuario encontramos que es neutro y sin adornos (tampoco en la escenografía), los hombres de negro y la actriz con un precioso vestido en tono claro. Aquí lo importante es la palabra y la magia de la evocación a través del movimiento y la voz de los actores. Si ya es toda una hazaña por parte de un actor desdoblarse en dos o tres personajes, imaginad lo que es que cada uno lleve sobre sí a más de diez. Disfrutan en escena y nos hacen disfrutar dándonos momentos divertidos, trágicos, golpes de realidad y caricias emocionales con los versos de nuestros clásicos.