Entrevista con Vetusta Morla

Por J.M. Campos

 

«Lo primero que descubrí en la música fue a Camarón de la Isla»

A poco más de una semana del Cruzcampus Festival, que recientemente anunció cambio de ubicación, charlamos con Jorge González (percusión y programaciones), miembro de Vetusta Morla, sobre los entresijos de su nuevo álbum, Mapas, y de otras cuestiones como la repercusión del grupo desde que comenzaron a tocar en salas medio vacías hasta el éxito actual (¿les gusta o les preocupa salir en Los 40?), del público de Sevilla e incluso de su otro proyecto musical, Calocando, de clara inspiración… ¿flamenca?

 – Escuchando varias de las canciones de Mapas, uno parece viajar a momentos más propios de la infancia. Como esas «colecciones de medallas y de arañazos» o aquella «trinchera en la ventana». 

 Yo creo que en Vetusta siempre ha habido una parte de mundo fantástico que se mezcla con la realidad y una parte de experiencia propia. Esto crea un espacio inédito para el espectador. O de eso se trata, ¿no? que el oyente, a raíz de ese espacio, real pero adornado con esa parte fantástica, pueda crear su propio paisaje. Quizá por esas referencias «fantásticas» puedes tener un acercamiento a la infancia o a los cuentos infantiles.

 – Como el videoclip de Lo que te hace que grande. Una especie de regreso a la inocencia, con esos disfraces y esas tardes en el campo.

El videoclip intenta tratar esa idea de que, a lo mejor, lo que hace grande a alguien no son cosas extraordinarias, y puede estar más relacionada con una comida familiar en el campo. La cuestión era descontextualizar esa visión acerca de los superhéroes a través de personas que  son felices con cosas más sencillas.

Jorge González

 – ¿Cuál es el mayor cambio, musicalmente hablando, desde Un día en el mundo hasta este nuevo LP?

 Algo muy importante es el momento en el que se han compuesto las canciones. Las de Un día en el mundo se compusieron a lo largo de varios años. Entre la más antigua y la más reciente hay unos cuatro años. En el caso de Mapas, las canciones se han compuesto en un período de tiempo muy concreto, ideas que han salido a raíz de experiencias y conocimientos que hemos ido adquiriendo en un tiempo más corto. Eso hace que se sienta una unidad entre ellas, en los instrumentos que hemos utilizado, por la forma de haber compuesto las canciones. Hay algo que hace que todo suene muy cercano.

 – ¿Os preocupa saltar de la denominada escena indie a ámbitos, digamos, más generalistas? O lo que es lo mismo, os molesta que os puedan identificar con otros grupos -no diremos nombres- por sonar en Los 40 y no sólo en Radio 3?

No te planteas si sales en un sitio o en otro. Antes quizá sí, porque había discográficas que tenían ciertos acuerdos. Nosotros ahí no podemos hacer nada ni es algo que nos incumbe. Nuestra idea era hacer música, sacar doce canciones y hacer unos conciertos. Esto fue creciendo… Cuando haces una canción la sueltas y la gente hace un poco lo que quiere. Lo nuestro se empezó a compartir por el boca a boca, incluso este año en el que hemos estado trabajando de puertas adentro y no hemos tenido imagen en medios de comunicación se ha ido expandiendo incluso más. Sí es verdad que a nuestros conciertos viene mucha gente, pero este tipo de cosas… no sé, yo es que no me planteo si estoy con uno o con otro. Hago música y ya está. Tampoco sé si nos ponen en Los 40 o no. Lo puedo pensar porque me lo pregunten, pero es una reflexión que nosotros no hacemos.

 – ¿Cómo es posible sobrevivir en el mercado musical gracias a un sello propio y modesto como Pequeño Salto Mortal?

Realmente lo que hace Pequeño Salto Mortal es sostener la parte discográfica, la grabación del disco y su venta. Se financia a sí mismo. Nos ayuda a que nuestra música salga y sea como somos nosotros artísticamente. Somos nuestros propios jefes y todas las decisiones siempre son para fortalecer la música y no ningún otro parámetro. Vivimos de los conciertos, como todos los músicos de este país estén o no en una discográfica.

 – La primera vez que visitasteis Sevilla vuestro concierto en la Sala Malandar (acompañados de Zoé –¡WEGO! ya estaba allí-) costaba siete euros. Menos de un año después, en la antigua Q, superaba los 20. Eso da buena cuenta de la repercusión de Un día en el mundo.

Nosotros no estamos metidos en las negociaciones, no sabemos por qué un promotor pone un precio u otro. Intentamos ajustarnos mucho a la situación en la que estamos y no ir por encima de lo que podemos generar ni por debajo. Para nosotros no es mucha referencia el precio de las entradas, porque con Mapas seguimos manteniendo los precios sobre los 20 euros. Creo que lo que ha crecido Vetusta Morla desde ese segundo concierto en Sevilla es bastante más y sigue costando lo mismo. Nosotros lo medimos en otros parámetros: salas más grandes, que se llenan más veces los conciertos, más sesiones cuando vamos a ciertas ciudades…

– ¿Cómo asimiláis ese crecimiento tan vertiginoso?

Parece que te estoy llevando la contraria… (risas). Es que para nosotros no es algo que ha crecido tan rápido. Es cierto que la diferencia de una sala de 2.000 a 4.000 personas se nota, pero es que 2.000 ya es mucha gente. El crecimiento más grande fue pasar de salas de 300 personas, que íbamos solos, currándonos absolutamente la producción del concierto, conduciendo nosotros mismos, a un concierto en una sala con 1.000 personas… Sí, fue algo que notamos mucho, sobretodo a nivel logístico. Eso significaba que iba muy bien la cosa y nos aseguraba hacer muchos más conciertos. Pero ese crecimiento de tocar sólo en Madrid y cuatro conciertos fuera a tocar cada fin de semana en un sitio diferente vino paulatinamente. Claro, en ese momento es todo con sorpresa, alegría y mogollón de ilusión pero no lo vives como «¡Dios, se me va la olla, estoy viviendo en una nube! ¡Soy una rockstar…!».

– Ahora llegáis a la capital andaluza como cabezas de cartel del primer Cruzcampus Festival. ¿Qué esperáis del público sevillano?

Cada vez que hemos venido nos hemos sentido muy bien; en Andalucía en general. El concierto en la Sala Q en Sevilla yo lo recuerdo especialmente. Fue un conciertazo, había un calor increíble… La gente nos calentó tanto que, Boca en la tierra, que la teníamos a medio hacer, nos empujó a estrenarla allí a base de palmas. Recuerdo los instantes en el camerino porque fue uno de los momentos con el público con más energía. Como de «¿qué ha pasado aquí?».

–  ¡Y luego a México! ¿Qué tal es tocar -y vivir unos días- por allí?

Es la tercera vez que vamos para allá, seguimos invirtiendo para darnos a conocer. Es diferente: aquí estuvimos trabajando para hacerlo poco a poco, a través de muchos conciertos en salas pequeñas que fueron generando un boca a boca que hizo que la banda creciese. Allí no podemos hacer eso. Vamos quince días y tenemos que buscar otros medios. Tenemos la suerte de haber compartido aquí escenario con Zoé, y después de mucho tiempo intentando ir con ellos a México para telonearlos (ellos allí son una banda muy grande, aparte de que ya nos une una amistad y hemos colaborado en discos suyos) ahora vamos acompañándoles en un foro bastante generoso. Las otras veces que hemos estado allí también hemos estado en sitios bastante potentes, hemos hecho dos veces el festival Vive Latino. Poco a poco notas que te llega la gente de México, vía facebook o email diciendo «a ver cuándo volvéis». Hay muchas ganas, para ver si lo que se ha sembrado en este tiempo empieza a florecer. Y por supuesto a seguir sembrando.

– Háblanos un poco de tu otro proyecto musical, Calocando. Así que a veces engañas al rock con el flamenco…

No creas, la banda tiene un espíritu bastante rockero a pesar de sus influencias flamencas. Yo en la música empecé con el flamenco. Lo primero que descubrí musicalmente fue a Camarón de la Isla, cuando dije «Dios, ¿todo esto qué es?». Y a partir de ahí, el batería de mi grupo de amigos también tocaba el cajón, me enseñó cuatro cosas, a tocar una bulería, el tango… Empiezas a juntarte con gente y acabas tocando otra cosa que no tiene nada que ver. Pero bueno…

– ¿Y cómo es pasar de Vetusta Morla a un grupo que aún está haciéndose un hueco como Calocando?

A mí me gusta mucho porque también te sitúa. Cuando vuelvo con ellos a garitos de Madrid como La Palma o El Costello te hace volver a otra realidad en la que está la mitad del aforo y estás ahí peleándote con las canciones y con la gente para intentar convencer. Es un poco como echar anclas. Yo lo disfruto un montón, es una música que me encanta. Ese proyecto en concreto es algo que a nivel personal le he echado mucho esfuerzo, y que a veces te desengrasa del tiempo que estás con Vetusta, que todo es gigante y tienes tanta gente a tu alrededor. Aquí llegas tú a la sala, descargas tú los instrumentos y, bueno, hay un rollo de amistad muy fuerte… y yo me lo paso teta (risas).

– Y para despedirnos, una mirada al pasado y al futuro de Vetusta Morla: ¿qué borrarías del camino que lleváis andado y cómo imaginas al grupo dentro de diez años? 

¿Qué voy a cambiar de lo que hemos hecho si ha ido todo perfecto? si incluso los errores nos han venido bien para posteriormente poder tomar decisiones correctas. De lo que hemos hecho no cambiaría nada. En cuanto a dónde estaremos dentro de diez años, es algo que no pienso. No, porque en esta profesión, como en cualquiera que vive del arte -bailarines, actores, músicos, pintores- vives en el precipicio todo el rato, no sabes lo que va a pasar en unos días. En lo único que te da para pensar es en los conciertos de este fin de semana, y el futuro más lejano es que acabamos la gira en marzo en Londres. Para nosotros tampoco tiene sentido porque en una gira vives la inmediatez, eso es el directo. Hacer una canción que, aunque sea siempre la misma, tocada en ese momento en ese escenario y con ese público, es efímera. Cada momento que pasa de la canción es irrepetible, por lo que la forma de vivir en una gira no te deja pensar en mucho más allá. Por lo menos a mí, que cada uno tiene su vida… (risas)

[Vetusta Morla es cabeza de cartel del Festival Cruzcampus. Más información aquí]