Triángulo de Amor Bizarro en Malandar, la crónica
Por 21 febrero 2011
El humor y la dinamita.
Texto: Alberto Almenara / Foto: Iram Amor Martínez
Si de algo tiene ganas el moderneo actual español es de que Triángulo de Amor Bizarro (TAB) vengan a tocar a tu ciudad. Aunque no termine de entender del todo la causa del apabullante éxito que el grupo gallego tiene entre el consumidor medio de música “indie” (ese loco empedernido seguidor de cosas como Dorian, Love of Lesbian o cualquier otro del montón que tan bien encaja en la etiqueta), los amantes del ruido y del sangrado auditivo como yo sí que estamos de enhorabuena, ya que el hecho de que TAB sean ahora mismo parte de la pomada significa que más temprano que tarde van a acabar tocando en la plaza del pueblo, sea cual sea éste. El pasado 17 de febrero les tocó aparcar la furgoneta en la sevillana Malandar.
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El cuarteto volvía a la ciudad para presentar su nuevo y alabadísimo álbum ‘Año Santo’, un disco aun más atronador si cabe que el anterior, hasta tal punto que podría llegar a ser tildado casi de enfermo y/o esquizoide. Tras unos días tensos en los que el público sevillano estuvo temblando de horror por los rumores, ciertos o no, de que un grupo local de rock progresivo iban a ser los teloneros, la tranquilidad volvió a nuestras vidas cuando, al entrar en la sala, vimos que sobre el escenario estaban colocados única y exclusivamente los instrumentos del grupo al que veníamos a ver, preparados para ser violados por sus dueños. Y es que, sobre todo Rafael y Rodrigo, son unos auténticos cafres a la hora de tratar sus posesiones.
Tras intentar vendernos cual puteros las barbas de su técnico de sonido, la noche comenzó con ‘Mal como efecto de mala voluntad’, ejecutada como si quisieran cometer un atentado allí mismo, en ese preciso instante, como si quisieran que trompetas y martillos salieran corriendo despavoridos de nuestros oídos. Sin dejar recuperarnos de la taquicardia sueltan la no menos todopoderosa ‘¿Quiénes son los curanderos?’, ideal para el desahogo colectivo que provoca gritar “¡hijos de puta!” en comunidad y armonía. Los frenéticos ritmos de bajo y batería de ‘El radar al servicio de los magos’ abren paso en el setlist a las canciones del nuevo disco y al lucimiento del flequillo de Isa, quien tampoco deja oxígeno y enlaza con ‘El culto al cargo, o cómo hacer llegar el objeto maravilloso’, primera canción del repertorio en el que la menuda bajista acerca sus cuerdas vocales al micrófono.
Terminada, empiezan a escucharse entre el público los ya clásicos y a la par que cansinos “Guapa!!!” a Isa, a quién algún imbécil llegó a gritar que se sacara un pecho; quizá a este tipo de personas va dirigida la letra de esa canción (“…como la mala gente que piensa en mí como si fuese su niña…”). Por fin deciden dejarnos descansar un poco y tocan la sosegada ‘Estrella azul de España’. Después de resaltar la originalidad del mester de rockería sevillano a la hora de dibujar pollas en las paredes del backstage, continuaron con la pimpinelesca ‘Super Castlevania IV’, denominada por ellos mismos como “la balada” y en la que Isa se dedicó a dar por saco a sus compañeros con unas baquetas. La tranquilidad empieza a tornarse desasosiego con la inquietante y oscura ‘Año santo’, la cual nos fue preparando el cuerpo para volver a enfrentarnos al muro de sonido con ‘La malicia de las especies protegidas’.
Después de retomar la broma acerca de las barbas del técnico de sonido a raíz de un “ritmo caliente que se cuela por los monitores”, llegamos a la mitad del concierto con ‘Muchos blancos en todos los mapas’, otra de esas canciones que sin necesidad de un ritmo endiablado ni un volumen aplastante consiguen acelerarte el pulso y ponerte en tensión. En ese momento a Isa le entra la vena cómica e intenta explicarnos, a expensas de las interrupciones guitarreras de Rodrigo, su particular concepto de “flamenco down”, un engendro monstruoso que aparece cuando una gallega intenta hacer unos coros con cierto toque aflamencado.
Acto seguido contentan al populo con el hit ‘De la monarquía a la criptocracia’, en la que, efectivamente, Isa cambia la letra original del disco (“arréglame”) por la que todo el mundo siempre quiso escuchar (“arréame”). Parece que lo acelerado de los bpm del nuevo disco ha impregnado las interpretaciones en directo del anterior: si ‘El himno de la bala’ es ya de por sí un literal cañonazo, su versión en directo es como beberse un combinado de nitroglicerina. Isa vuelve al micrófono para cantar ‘El fantasma de la transición’, denominada por Rodrigo como “la favorita del público”, un comentario al que ella responde con una mirada asesina (bromas internas, supongo). Enlazada esta con otro de los singles del último trabajo, ‘Amigos del género humano’, nos brindaron una especie de teatrillo a lo hermanos Quintero en el que cada vez que ella intentaba hablar, alguien emitía algún tipo de ruido; todo se resolvió con una patada de Isa a la guitarra de él y con el consiguiente duelo de “a ver quien suena más alto pulsando todos los pedales”.
Tras ‘Baile de los caídos’, el feedback con el público se hace patente cuando le instan al grupo que toquen ‘Isa Vs. El Partido Humanista’, lo cual fue un dicho y hecho; curioso, ya que justo después tocaron ‘El crimen: Cómo ocurre y cómo remediarlo’, canción que reza “no te fíes de la corriente”. Tras una tonelada de ruido tan gratuito como necesario para gente que está mal de la cabeza, terminaron el concierto con una especie de performance de su versión del ‘Lento’ de Julieta Venegas: Isa subió a dos chicas del público, les dio el bajo y la guitarra y un cursillo rápido de “esto se toca así”. Lástima que no les diera el de “moveos un poco”.