Crónica del concierto de Meneo en el Espacio Iniciarte
Por 19 enero 2010
Mueve las caderas al ritmo de 8 bits
Texto: Antonio Bret / Fotos: Iram Martínez
Seguro que si le preguntamos a cualquiera que vaya por la calle por el significado de palabros tal que chiptune o glitchcore se quedaría con una cara de no saber qué está pasando de las que hacen historia. Sin embargo, si a continuación le dijeramos que si se acuerdan de las Game Boys, todos asintirían con un movimiento de cabeza a lo “claro que me acuerdo, la de horas que me he tirado jugando al Tetris, por dios” y, justo después, empezarían a tararear la melodía aquella, una cosa pegadiza, estridente, de muy baja calidad que los entendidos denominan ‘música de 8bits’.
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La mínima expresión de la calidad formal de un sonido que intenta formar una melodía. Pues bien, según Wikipedia, el chiptune es música escrita en formatos de sonido donde todos los sonidos son sintetizados en tiempo real por el chip de sonido de una videoconsola y el glitchcore, según yo mismo, es un género guerrillero que mezcla la inteligent dance music, el drum and bass más acelerado, los insertos de audio de televisión, el ruido ambiental de la gran ciudad, y todo aquello que suena espídico, o infantil… una suerte de música makina infernal dispuesta para aturdir, provocar o, simplemente, molestar.
Esta introducción nos sirve para presentaros a MENEO. MENEO son un dúo afincado en Barcelona, compuesto por Rigo Pex, un maestro en el arte de hacer música a través de la Game Boy, y Raúl Berrueco, el que se dedica a ilustrar todo lo que sale de la pequeña consola portatil de Nintendo.
Con motivo de la clausura de la exposición “Arte y Videojuegos” instalada en el Espacio Iniciarte, el festival ZEMOS98 decidió que no podía haber mejor broche que el de la actuación de MENEO, tras dejar boquiabiertos a la comunidad internacional con la presentación de su larga duración “Santa Nalga”. Un retraso de dos horas en el horario preestablecido (que fue pertinentemente anunciado vía Facebook) hizo que el dúo apareciese sobre el escenario a las 22:00h, ataviados con una cantidad ingente de ropa, un par de vasos de pasta, una botella de brugal y un puñado de Game Boys.
Rigo comenzó, entonces, a soltar a un volumen ensordecedor, las melodías desquiciantes (acompañadas de un bombo que, como decíamos antes, no tiene nada que envidiar a los recopilatorios aquellos de Thunderdome) que construía, en tiempo real, gracias al software Little Sound DJ (LSDJ), un programita de composición musical que salió específicamente para Game Boy. Por su parte, Entter VJ, bailes epilépticos mediante, pintaba sobre la pantalla multitud de videojuegos hackeados, rotos, con errores: colores chillones, tías buenas digitalizadas, cerecitas de tragaperra, culos alados, vibradores lascivos… toda la iconografía que un adicto a las cintas spectrum pueda soñar.
Hasta aquí, el lector avispado puede haber exclamado para sí: pues vaya novedad. Unos terroristas sonoros que usan la parafernalia del videojuego vintage (ya saben, pixel del tamaño de melones) para construir su discurso. Si bien es cierto que hay otros que se manejan en este asunto mucho mejor (ya sea la deconstrucción que buenamente hacía el pirado de Kid606, o los exabruptos de pus sonora que defeca el bueno de Venetian Snares), lo de MENEO es otra cosa. Sencillamente porque a Rigo le encanta el merengue. Le encanta el reggaetón. Y porque, palabrita de ellos mismos, estaban cansados de que la electrónica estuviese representada por un gafapasta parapetado tras un laptop, con gesto aburrido, pulsando botones y sin haber follado durante 3 meses.
Pues bien, todo esto, machacado, triturado, grumoso, lució en todo su esplendor durante algo más de noventa minutos. Su speed merengue, tecno-cumbia o reggaetón de 8 bits cayó como agua de mayo para los asistentes. Las caras de asombro casi impedían el baile, pues uno no sabía muy bien como tomarse todo aquello. Invitaban a la gente a quedarse en pelotas; iban quitándose ellos mismos la ropa, hasta quedarse con las pollas al aire.
Sudaron, se cayeron, se iban al público y se enredaban en los cables. Sus letras basculan entre lo estúpido y lo paródico (mami, tú ere un tsunami, te llevo a miami dicen en una) pero uno termina de acabar rindiéndose ante lo que es la glorificación de la poca vergüenza, el do it yourself más sano que hemos visto en esta ciudad en muchísimo tiempo. Una suerte de performance donde tienen igual de importancia los glandes que el mensaje político que, haberlo, haylo. Una gozada que pocos asumirán, pero del que se sale rejuvenecido.