Crónica: Señor Chinarro en Malandar

Por J.M. Campos

Escucha aquí Ni lo sé ni lo quiero pensar, de Sr. Chinarro Crónica: Diego Vicente Roncel
Fotos: J.M. Campos / revistawego@gmail.com

Y a todo esto dicen que vieron salir del backstage a Antonio Luque. Pero la mayoría sólo pudimos ver su encarnación en Sr. Chinarro al salir al escenario, ese místico del secano. Apareció sobrio (de momento), gesto adusto, whisky con cola en vaso de tubo. Encontró su sitio en el escenario y se ajustó la guitarra eléctrica. Aconteció la noche del viernes en la sala Malandar, buen aforo y excelente temperatura ambiente (algo de agredecer con estos calores). Allí estaba todo el mundo, el tío ese de Maga, la chica que se peina a lo garçon acompañada de uno de los más veteranos indies del lugar (sí, ése); estaba Emi, que me hizo unos apuntes de gran valor, estaba Pili y estaba Dani G. Expósito, sin cuya inestimable ayuda no podría haber escrito esta crónica.


Se hizo la música con ‘El Cabo Trafalgar’. Sobre barcos hundidos y cante flamenco. Emi coreaba apasionada: «Repitamos justo desde el primer error, desde el primer error». Y no le faltaba razón.

‘Esplendor En La Hierba’ acabó de entonar al público y a la propia voz de Luque, que resonaba con ecos, muy profundos de un crooner socarrón. Siguieron ‘La Resistencia’ y ‘El Peor Poema’. Por primera vez, o así me lo pareció, Luque interpretaba los temas, o al menos algunos estribillos, que se le quedaban atravesados en la garganta como espinas de pescado. «Comed pescado a la plancha» nos aconsejó en uno de sus lúcidos monólogos entre canción y canción.

El público cantó con desafino etílico el infeccioso estribillo de ‘Tímidos’: «Tímidos del mundo uníos/ un poquito de concentración, uníos». Ambiente de complicidad y relajación en la sala Malandar para escuchar ‘Gran Poder’. El concierto se esfumaba como el whisky con cola de Antonio Luque.

Se acomodó la acústica en el pecho para ‘Del Montón’; de la que confesó que no se sentía muy orgulloso a la hora de componerla por ser una canción un poco tonta (aunque al final llegó a ser el single). Pero todos la bailamos, quizá porque nos sentíamos identificados o porque era viernes por la noche, y ya no paramos de movernos en todo el concierto.

Escucha aquí Gitana, de Sr. Chinarro Tras ‘San Antonio’, Luque nos hizo una de sus desconcertantes revelaciones: «Vi a San Antonio en Padua. No queráis saber qué aspecto tenía». Con el ‘Lejano Oeste’ sonaron los ritmos fronterizos (entre España y Portugal) y Luque se marcó unos rasgueos de guitarra con unas poses que confirmaron dos cosas: que Sr. Chinarro esté en su mejor momento y que el vaso de tubo volvía a estar lleno de whisky con cola.

Marcó el ritmo con ‘Militar’. Emi me confirmó al oído algo que yo ya sospechaba: «A veces hay que dejarse llevar por la corriente». Después ‘Dos Besugos’, ‘Ángela’. Luque tuvo otra de sus inauditas iluminaciones: «Hay otras provincias, pero están en ésta». El público se partía de risa con las ocurrencias del sevillano, que tiene madera de monologuista.

La primera parte del concierto se cerró con ‘G.G. Peningstone’ y ‘Los Amores Reñidos’. Antes había dejado constancia de sus dotes adivinatorias en el micrófono: «Sólo adivino cosas sin importancia». Así mismo confesó su intención de que éste hubiera sido su primer concierto completamente sobrio. Los sobrios son una especie que merecen un documental.

Volvió la banda para los bises: ‘Ni lo sé ni lo quiero pensar’, ‘El Rayo Verde’ y ‘Los Ángeles’. Y Antonio Luque se entregó a nuevas confidencias y digresiones: «Que yo sepa sólo hay un bar en Sevilla. Yo al menos estuve desde los 18 a los 36 en el Berlín. Me dejé allí el equivalente a tres hipotecas».

La banda volvió a abandonar el escenario y reapareció para los segundos bises: ‘El Alfabeto Morse’. Y para cerrar la actuación ‘Gitana’; para la que Antonio se sacó la espina de pescado de la garganta y martilleó sus cuerdas vocales sin compasión, cantando con ese ronroneo grave y de una forma más desgarrada aún, acumulando violencia en el estribillo quizá más feroz de Sr. Chinarro: «Dame romero gitana, tú dame albahaca. No enseñes mis cartas, tú dame la suerte, y préndeles fuego a mi alrededor».


Y tras sonar el último acorde de ‘Gitana’ se sacó la eléctrica como quien se quita una americana y la lanzó contra el suelo, dejándonos al amparo del ruido. Pocas veces el micrófono de la sala Malandar ha estado a tanta altura como anoche en la actuación de Sr. Chinarro.

PD. Como ven, se puede hablar de Sr. Chinarro sin emplear la palabra «surrealista» necesariamente.
Mira nuestra galería de fotos en Flickr